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La fuerza del grupo en tiempos de coronavirus

La fuerza del grupo en tiempos de coronavirus

Una de las lecciones a aprender de la pandemia del COVID-19 es que el valor más importante del ser humano es vivir en sociedad. ¿Estamos enseñando a hacerlo?

Paradójicamente, mientras el llamado “distanciamiento social” marca nuestras vidas, tenemos que pensar en cómo reducir nuestra distancia con otros semejantes y trabajar como una sociedad unida y más fuerte que no deje a nadie atrás y que afronte con garantías los retos del futuro. Con el foco puesto en la recuperación económica, tenemos, también, que afrontar el reto que supone recuperar los lazos del pasado (familiares y de amistad) que ya tejieron una red de salvación en pasadas crisis y reforzar o crear otras, fuera de nuestras zonas de confort, que nos permitan mejorar la atmósfera social y un mayor acercamiento y comprensión de los problemas a los que nos estamos enfrentando.

La educación está sufriendo, desde hace ya algún tiempo, un giro total que ha llevado a una revisión en los conceptos de estudio, aprendizaje y enseñanza y, a la vez, en la potenciación de una educación que, además, ayude al alumno a crearse una escala de valores que le facilite vivir en sociedad.

No debería ser difícil educar en los valores del colectivo o, mejor dicho, en el valor que tiene el trabajo en equipo y que este no es una forma de perder los valores individuales de cada uno. Enseñarle al alumno que no renuncia a su propia personalidad, sino que la “presta” y la “suma” a un colectivo para conseguir un resultado mejor que el que conseguiría individualmente no sería difícil, en tanto en cuanto, si el concepto de “sociedad” puede resultar complicado de explicar, no lo es el de “familia”, que resulta ser la unidad básica de organización colectiva. Educar en los valores del grupo se hace más complicado ahora que los centros educativos imparten clases online.

Implicar a los padres de los alumnos en la vida diaria de los centros a través de las AMPA tiene efectos positivos sobre las relaciones profesor-alumno. Por ello, se viene fomentando esta interacción desde comienzos de los años 80 en toda España.

Del mismo modo, todas las consejerías educativas cuentan con programas específicos para la formación en valores y para educar en la riqueza del colectivo. Todas ellas ponen a disposición de los profesionales un apoyo en forma de recursos educativos y temario que ocupa el terreno de la diversidad cultural, el medio ambiente o la sostenibilidad, que serán temas que, si hoy son importantes, parecen dibujarse como cruciales para afrontar los años venideros.

Otro rasgo de los mismos es que no dejan atrás, claro está, poner en valor la individualidad de los propios alumnos. No se trata de educar a chicas y chicos que no sepan actuar de forma autónoma, se trata de que sepan, también, trabajar en colectivo.

Dentro de la universidad nos encontramos con que masters y grados refuerzan de forma positiva el trabajo en equipo; iniciativas como nuestro programa de innovación Akademia refuerzan el trabajo en grupo y predisponen a los alumnos participantes a trabajar unidos. ¿Por qué? Más allá de los valores sociales que se puedan adquirir, existen dos realidades:

  • Las empresas son organizaciones basadas en la interacción.
  • Los grandes logros se consiguen en el seno de los mejores equipos.

Aunque pueda sonar básico lo cierto es que, para un panorama que podría dirigirse al teletrabajo y que, actualmente, se basa en él, nos encontraremos con muchísimos trabajadores que reducirán sus relaciones laborales a casi cero. Trabajando y viviendo en casa, con un contacto mínimo con compañeros de trabajo, sin acudir a centros de trabajo y demás, es posible que el trabajador pueda hacerse la falsa idea de que está solo, de que vive en competición con otros trabajadores o que sus resultados individuales van a ser más valorados que su capacidad para interactuar.

Pedagogos y profesores están de acuerdo en las tres normas básicas para que la organización de los alumnos por grupos sea altamente efectiva:

  1. Distribución. Las mesas de trabajo tienen que estar colocadas de forma óptima permitiendo que el profesor o el maestro pueda moverse entre ellas para revisar el trabajo de los alumnos. Además, cada grupo tiene que contar con los mismos materiales para desarrollar las tareas.
  2. Comunicación. Hay que establecer unos códigos de comunicación tanto entre los miembros del equipo como con el educador, que tendrá que jugar el papel de mediador e intentar evitar peleas y discusiones. Del mismo modo, cada grupo tendrá que comunicarse con el resto de grupos y, para ello, también habrá que establecer un protocolo y unos turnos para mostrar los trabajos o para su revisión y su chequeo.
  3. Diversidad. Los grupos tienen que ser diversos. Los alumnos tienen que sumar y hay que elegir cuidadosamente para que diferentes niveles educativos coincidan y sumen entre ellos.

Con unos grupos bien conformados será más fácil conseguir buenos resultados y, sobre todo, la mejoría del nivel de todos los alumnos, tanto de los más capacitados como de aquellos que tienen más dificultades a la hora de aprender o trabajar. El trabajo en equipo y la educación en la comprensión de la fuerza de un grupo se ve, según los expertos, en estos puntos:

  1. Mejora las relaciones sociales. Un alumno que estudia y trabaja en equipo tendrá menos problemas en el futuro para desenvolverse en sociedad, superará mejor la timidez, será capaz de encontrar relaciones más sanas con su entorno y, en definitiva, será más empático y le será menos difícil entender a los que le rodean.
  2. Ambiente positivo. Los colectivos mejoran al individuo porque lo hacen más solidario, más consciente de los valores de protección y respeto en los que se desenvuelve un colectivo sano, y eso reduce las fricciones y los problemas de acoso escolar, por ejemplo.
  3. Aumento de la autoestima. El trabajo en grupo nos ayuda a entender mejor qué es lo que aportamos y, por tanto, a pedirnos un mayor esfuerzo. Nos ayuda a pedirnos más exigencia y poder sumar más, a poder ayudar mejor a que los resultados sean cada vez mejores.
  4. Más empeño en aprender. Un alumno más motivado aprenderá por partida doble de su educador, pero, también, de sus compañeros de equipo. Unos alumnos tiran de los otros y se compenetran para conseguir un objetivo colectivo, intercambian técnicas de estudio, formas de trabajo o investigación, etc. Además, la mayoría, entenderán los roles de un grupo, aprenderán de liderazgo, por ejemplo, o de organización.

En definitiva, como decíamos al principio, en un mundo en la situación actual, en el que, por ahora, se mantiene la distancia social, pero que tiene que seguir reforzando y valorando las relaciones personales porque es lo más humano. Centrar los esfuerzos colectivos y, sobre todo, participar en ellos aún cuando se haya puesto coto durante un tiempo a las interacciones con las que nos mostramos cariño, amor o aprecio. Mientras que saludamos a nuestros seres queridos en la distancia o trabajamos con videollamadas, desde nuestras casas, tenemos que reafirmarnos en el mantenimiento de los lazos sociales y laborales. Reforzar los de los más jóvenes enseñándoles a trabajar en grupo será importante para avanzar y para conseguir ir todos a una, no dejar a nadie atrás y lograr seguir conectados y comunicados entre nosotros.

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