Camille Beatty

Camille Beatty

Emprendedora

Hace un tiempo, con 11 años de edad, Camille desarrolló el sorprendente hábito de desmontar todo lo que se cruzaba en su camino: juguetes, relojes, mandos a distancia… Si se movía o encendía, entonces lo iba a desmontar. Por supuesto que la intención era volver a montar el dispositivo, pero a veces no lo hacía.

Toda la vida, las cosas mecánicas y eléctricas le han parecido funcionar por arte de magia. Pero en un momento dado empezó a pensar que tenía que haber algo bajo la superficie de metal y plástico. Y decidió investigar. Acudía a su padre con un amasijo de piezas en las manos y empezaba a dispararle las preguntas: ¿Qué son estas luces? ¿Y estos puntitos? ¿Y aquello verde? No sabía contestarlr, pero gracias a internet, aprendió que las luces eran LEDs, que los puntos eran condensadores y lo verde, placas base.

Un día, su padre le dijo: “Sabes, en vez de desmontar cosas, podríamos construir algo”. Respondió a gritos: “¡Quiero construir un robot!”. Le sorprendió sy¡u respuesta y le dijo que tendría que aprender mucho, pero decidieron intentarlo. Pensaron que les llevaría unos meses, años quizá. eyeron blogs sobre electrónica, vieron vídeos en Youtube para aprender a soldar, estudiaron los pasos para saber qué herramientas necesitaban  y cómo se debian usarl. La información estaba ahí, uno sólo necesitaba abrir la mente ante la misma.

Su hermana pequeña se unió a ellos enseguida, y al cabo de varias semanas, tenian su primer robot. Una réplica de otro que habian visto en la Guerra de las Galaxias. En cuanto terminaron el robot, su hermana y ella quisieron empezar con el siguiente. Fueron a tiendas de electrónica cerca de donde vivian, compraron componentes por internet y aprovecharon piezas de cacharros viejos que encontraron. Cuanto más aprendían, más querían. Construían todo tipo de robot: robots que rodaban, gateaban o volaban.

El garaje se convirtió a efectos prácticos en un taller de robótica, repleto de sierras de cinta, taladradoras hidráulicas y otras máquinas. Llegaron a construir su propia fresadora CNC para hacer sus propias piezas.

Estában tan entusiasmados e contruían tan rápido que les costaba trabajo mantener a familia y amigos al tanto de lo que iban haciendo en el taller. Así que decidieron crear un blog de tecnología. Así nació Videorobotics. La web de Videorobotics rápidamente se hizo muy popular dentro del movimiento Maker, la red de aficionados caseros a cacharrear, inventores como ellos que trasteaban con robots en sus garajes por todo el mundo. Era un hobby, hasta que un día les llamaron del New York Hall of Science.

El New York Hall of Science es un museo de ciencias interactivo, en la ciudad de Nueva York. Vieron los proyectos de Camille y su familia en la web, y les pidieron que les hiciéramos una réplica perfectamente funcional del Rover de Marte para que ellos pudieran usarlo en su exposición permanente del espacio exterior.

Conforme empezaban a trabajar en ello, supieron que estaban ante un nuevo reto. No era un robot para uso propio, debía ser un robot fácil de usar, robusto y fiable. Y eso es lo que hicieron. Su Rover de Marte funciona desde que el museo abre por la mañana hasta que cierra por la tarde sin descanso. El Museo les comunicó que es una de las exposiciones más populares.

El proyecto atrajo mucha atención, recibieron una carta del director de la NASA elogiándolos y decenas de artículos de revistas escribieron sobre ellos. Su hermana y ella salimos en Fox News y Good Morning America. Les llegaban correos electrónicos pidiéndoles que diéramos charlas y les hiciéramos robots con distintos fines.

Construyeron un conjunto de robots para el Museo Nacional del Espacio en Praga, República Checa, y otro conjunto de robots para las torres Petronas En Kuala Lumpur. Pronto tenían una empresa en funcionamiento que construía robots para museos por todo el mundo. Pensában que lo tenían todo. Entonces llegó una llamada de Washington DC: el Presidente Obama les invitaba a su hermana y a ella a mostrar los robots en la Casa Blanca, donde conocieron a gente de distintos perfiles, y altos cargos, desde el Comandante de la Marina, hasta el director de la Fundación de Nacional de Ciencias. Vieron al Presidente de Estados Unidos dar un discurso ante todo el país en el que las mencionaba como ejemplos del espíritu emprendedor, hasta repitió una frase de la web de Camille: ¿Un trabajillo para el verano? ¿Quién necesita repartir periódicos cuando se puede crear una empresa de robótica?

Al echar la vista atrás, no puede evitar pensar que hace tan solo unos años, cuando tenía tan solo 11 años, se dedicaba a desmontar los mandos de la tele en el suelo de suhabitación. Ahora, conforme va creciendo y mira hacia adelante, hacia el futuro del mundo en el que vivimos, he llegado a la siguiente conclusión: «la gran cantidad de conocimiento fácilmente alcanzable que alberga internet ha cambiado el entorno para los inventores. Mi caso no está aislado. Hay makers como yo por todo el mundo. El futuro de la robótica y la tecnología y las economías nacionales desde luego que se verán motivados desde los gobiernos y las grandes universidades y empresas que dominan el mundo, pero también surgirá de personas particulares y equipos creativos que montan algo en el garaje, construyen por construir, motivados por la insaciable sed de aprender y poder hacer algo solos».

Por cada empleo rutinario y repetitivo que se pierde ante la Inteligencia Artificial y la automatización, un nuevo empleo del nuevo milenio puede surgir del taller de un maker.

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