Resumen generado por IA
El turismo espacial comenzó en 2001 con Dennis Tito, quien pasó ocho días en la Estación Espacial Internacional (EEI) pagando unos 20 millones de dólares. Siguieron otros turistas, pero la retirada de los transbordadores espaciales de la NASA en 2011 y la ocupación completa de las cápsulas Soyuz por astronautas dejaron sin plazas a turistas desde 2009. La espera de nuevas naves de Boeing y SpaceX podría reactivar el turismo orbital, mientras tanto, el turismo espacial se concentra en vuelos suborbitales, que permiten breves experiencias de ingravidez sin entrar en órbita.
Las dos principales empresas que lideran esta modalidad son Blue Origin, fundada por Jeff Bezos, y Virgin Galactic, de Richard Branson. Blue Origin lanza una cápsula tripulada con el cohete New Shepard, alcanzando hasta 105 kilómetros, donde los pasajeros disfrutan de minutos en ingravidez y vistas del espacio antes de regresar con paracaídas. Virgin Galactic utiliza el avión cohete SpaceShipTwo, lanzado desde un avión nodriza a 13 kilómetros, que asciende a unos 80 kilómetros y vuelve planeando a la Tierra. Mientras Blue Origin supera la tradicional línea de von Kármán (100 km), Virgin Galactic se ampara en la definición de la FAA, que considera espacio cualquier vuelo por encima de 80 km.
Ambas empresas buscan obtener permisos para vuelos comerciales, con precios alrededor de 225,000 euros, y aspiran a inaugurar el turismo espacial suborbital pronto. Sin embargo, pese a los avances, la regularidad de estos vuelos aún no es comparable a la de los vuelos comerciales convencionales.
La retirada de los transbordadores espaciales de la NASA en 2011 ha hecho que desde 20019 no haya habido más turistas espaciales, algo que pronto podría cambiar.
El primer turista espacial de la historia fue Dennis Tito quien entre abril y mayo de 2001 pasó ocho días a bordo de la Estación Espacial Internacional a cambio de unos 20 millones de dólares. Le siguieron otras seis personas que a cambio de cifras similares disfrutaron de una experiencia similar.
Pero la retirada de los transbordadores espaciales de la NASA en 2011 hizo que desde la estadía de Guy Laliberté en la EEI en septiembre de 2009 no haya habido más turistas espaciales ya que no hay plazas disponibles a bordo de las cápsulas Soyuz; todas están ocupadas por astronautas de las distintas agencias que forman parte de la Estación Espacial Internacional.
Es posible que para cuando la NASA disponga de las naves de Boeing o de SpaceX y de nuevo queden plazas disponibles en las Soyuz volvamos a ver turistas espaciales en la Estación. Pero mientras tanto todo parece indicar que el turismo espacial se verá reducido a vuelos suborbitales. En este tipo de vuelos una nave es lanzada con el suficiente impulso como para alcanzar el espacio y permanecer unos minutos en caída libre –lo que normalmente entendemos por gravedad cero– antes de volver a Tierra, pero nunca entra en órbita alrededor de la Tierra.
Y aunque en los últimos años ha habido unas cuantas propuestas al respecto lo cierto es que las dos únicas que tienen visos de convertirse en realidad son las de Blue Origin –una empresa fundada por Jeff Bezos, el propietario de Amazon– y por Virgin Galactic –propiedad de David Branson, conocido por haber fundado en su momento las tiendas de discos Virgin y luego la aerolínea del mismo nombre–.
Blue Origin ha diseñado un sistema que consiste en una cápsula tripulada que es lanzada por el cohete New Shepard. Algo menos de tres minutos después del despegue, a una altitud de unos 75 kilómetros, la cápsula se separa del cohete y sigue subiendo gracias al impulso obtenido hasta aproximadamente los 105 kilómetros. Una vez que se le acaba el impulso vuelve a bajar y aterriza colgada de unos paracaídas unos 10 minutos después del lanzamiento. Pero en lo alto de su trayectoria sus ocupantes experimentan unos minutos de ingravidez mientras pueden ver la negrura del espacio y la curvatura de la Tierra a través de las ventanillas de la cápsula. El cohete, mientras tanto, vuelve a tierra por sus propios medios y aterriza suavemente gracias a su motor. Tanto cápsula como cohete son reutilizables.
Virgin Galactic, por su parte, usa un avión cohete llamado SpaceShipTwo, que es llevado hasta los 13 kilómetros de altitud por el avión nodriza WhiteKnightTwo. Una vez soltado el SpaceShipTwo enciende su motor cohete para coger impulso y subir, de forma similar a la cápsula de Blue Origin. Apagado el motor cohete es el impulso el que lo lleva al espacio donde sus ocupantes disfrutan también de unos minutos de ingravidez y vistas espectaculares. El SpaceShipTwo vuelve luego a Tierra planeando mientras que el avión nodriza vuelve a casa por sus propios medios, como cualquier otro avión.
Las dos empresas han llevado a cabo ya varios vuelos de prueba en los que la cápsula de Blue Origin ha superado claramente los 100 kilómetros de altitud mientras que el SpaceShipTwo apenas ha sobrepasado los 80. Esto ha abierto una cierta polémica porque tradicionalmente se considera que el límite del espacio es la línea de von Kármán, que está a 100 kilómetros. Sin embargo la Administración Federal de Aviación (FAA) estadounidense considera que cualquier vuelo por encima de los 80 kilómetros es un vuelo al espacio, y a eso se está aferrando Virgin Galactic para decir que el SpaceShipTwo y sus tripulantes han llegado al espacio, aunque sea discutible.
Así que ahora la duda está en cual de las dos obtendrá los permisos necesarios para llevar a cabo vuelos de pago –los precios rondan los 225.000 euros– para poder dar por inaugurada la era del turismo espacial suborbital. Las dos quieren hacerlo antes de que termine 2019 pero quién sabe. Virgin Galactic ya tiene lista hasta su terminal de pasajeros.
A fin de cuentas cuando el SpaceShipOne alcanzó el espacio en dos ocasiones en octubre de 2004 –y en aquel entonces por encima de los 100 kilómetros– nunca pensamos que quince años después esos vuelos aún no serían regulares como el puente aéreo. Bueno, casi como el puente aéreo.