Neurociencia
La neurotecnología abre posibilidades infinitas… y otras tantas cuestiones éticas

La neurotecnología tiene ante sí un horizonte prometedor con un rango de aplicaciones prácticamente infinito. Esto puede ser, al mismo tiempo, una bendición y una maldición.
La neurotecnología avanza para traer a la realidad algunos escenarios que, hace dos días, nos parecerían ciencia ficción. Por ejemplo, coger cosas con un brazo robótico solo con pensarlo –esto ya lo podemos hacer– o entrenar a un soldado para que el estrés no le perjudique –Francia ya está en ello-. España ya busca maneras de sacar partido a esta disciplina prometedora mediante la creación del ecosistema SpainNeurotech.
Para llegar a esas y otras aplicaciones, hay que monitorizar la actividad del cerebro e interactuar con él, como ya analizamos en el informe sobre neurociencia de nuestro think tank Future Trends Forum. Esto permite alcanzar avances increíbles en campos como la salud, pero también cruzar la última barrera de privacidad para nuestros pensamientos. Por eso, y aunque todavía está en pañales, algunas voces reclaman una regulación específica para esta disciplina e incluso se habla ya de neuroderechos.
Cómo funciona la neurotecnología
Neurotecnología es un término que engloba una serie de sistemas que interactúan directamente con el cerebro o el sistema nervioso. Lo pueden hacer de manera pasiva —monitorizando la actividad cerebral— o activa —mediante sistemas que influyen directamente en su estado—.
Se consideran neurotecnologías tanto un encefalograma que registra la actividad eléctrica del cerebro como un implante coclear que permite oír a una persona con sordera. Así, los avances en neurotecnología no solo nos permiten conocer mejor cómo funcionan nuestros cerebros, sino también reparar algunas de sus funciones e incluso mejorarlas.
En esa tarea de amplificar nuestras capacidades, cada vez se recurre más a interfaces cerebro-máquina (BCI). Se trata de una tecnología que coloca sensores en la cabeza de una persona para medir su actividad cerebral, decodificarla y generar después ciertos comandos que actúan sobre esa persona para producirle un beneficio. Esta es la manera en la que los pensamientos se traducen en una acción física como, por ejemplo, enviar un correo electrónico con la mente o entrenar para mejorar nuestra memoria.
Qué puede hacer la neurotecnología por nosotros
“La neurotecnología es una tecnología transformadora que va a tener un impacto transversal sobre muchos ámbitos de aplicación en nuestra vida. Ya lo observamos en educación, en automoción, en pacientes con problemas motores y en muchos otros entornos “, explica Javier Mínguez, profesor de Neurotecnología en la Universidad de Zaragoza y experto del Future Trends Forum.
El uso de BCI para mejorar la capacidad cognitiva se suele aplicar en tres ámbitos: rehabilitación en patologías que producen un deterioro cognitivo —como la depresión o el TDAH— para recuperar una capacidad perdida; el mantenimiento e incluso una ligera mejora de esa capacidad, o un importante aumento de esta para profesionales que precisan un rendimiento cognitivo extraordinario, como los deportistas de élite o las fuerzas de seguridad.

¿Significa esto que podemos llevar nuestras capacidades hasta el infinito? Javier Mínguez arroja un jarro de agua fría sobre quien se vea resolviendo la conjetura de Collatz gracias a unos cuantos electrodos en su cabeza: “En el cerebro, como en cualquier ámbito fisiológico, no se puede realizar un cambio hasta el infinito. Es decir, si yo quiero ganar masa muscular, tengo una barrera fisiológica que no voy a poder superar. Y eso mismo pasa cuando el cambio se produce en el cerebro. Llega un momento en el que no vamos a conseguir más cambio, aunque sigamos trabajando con esta tecnología”.
¿De qué magnitud hablamos entonces? El profesor apunta a mejoras consistentes en uso real de neurotecnología que se sitúan entre el 5 % y el 10 % en memoria de trabajo, atención sostenida y velocidad de procesamiento.
Qué podría llegar a hacer la neurotecnología con nosotros
Las aplicaciones cognitivas de la neurotecnología son algunas de las más conocidas y habituales. Sin embargo, cada vez hay más, en campos más diversos y con implicaciones más profundas. Una vez desarrolladas por completo, estas tecnologías podrían llegar a remodelar nuestros pensamientos. Esto se puede convertir en un problema si tenemos en cuenta que el desarrollo tecnológico nunca es neutral. Y la neurotecnología no es una excepción en este sentido.
El militar es un campo que ya exploran países como Estados Unidos —a través de su programa DARPA—, Rusia o China, y que ilustra a la perfección las dos caras de esta tecnología. Por un lado, podría ayudar a evitar conflictos si los soldados son capaces de mejorar su capacidad para detectar posibles amenazas o para interpretar claves socioculturales en países extranjeros. El problema vendría si, por el contrario, la tecnología se utilizara para transformarlos en máquinas insensibles.
Estas y otras preocupaciones —como la posibilidad de acceder en el futuro a nuestros pensamientos e incluso manipularlos— han llevado por primera vez a un país a aprobar una ley sobre neuroderechos que también regula la neurotecnología. Se trata de Chile, que ha asociado la actividad cerebral y la información que procede de ella a la integridad física y psíquica de la persona, considerándola así un derecho.
La nueva ley chilena también establece que siempre debe haber un consentimiento con requisitos especiales —como que sea libre, previo y expreso— al someterse a cualquier uso de neurotecnologías. Esta legislación es el primer paso firme para lograr que estos avances nos ayuden a superar nuestros límites, pero siempre bajo estándares éticos y legales.