Starmaker One: el primer fondo europeo de inversión en fusión

Rory Scott Russell (East X Ventures) presenta en el Future Trends Forum Starmaker One, el primer fondo de capital riesgo europeo centrado en energía de fusión

En el marco del Future Trends Forum dedicado a la energía de fusión, la Fundación Innovación Bankinter reunió a más de veinte expertos nacionales e internacionales para analizar el potencial, los desafíos y las oportunidades de una tecnología que podría redefinir el futuro energético global. Uno de los momentos clave del encuentro fue la intervención de Rory Scott Russell, general partner en East X Ventures, quien presentó Starmaker One, el primer fondo de capital riesgo en Europa continental centrado exclusivamente en la industria de la fusión nuclear.

Russell no se anduvo con rodeos: la fusión está dejando de ser una promesa científica para convertirse en una carrera estratégica. Su tesis es clara: si la energía definió el siglo XX, las propiedades de las tecnologías de fusión definirán el XXI. Y Europa, dice, aún está a tiempo de no quedarse fuera. Con una trayectoria híbrida entre ciencia, mercados energéticos y capital riesgo, Russell ha apostado por construir una tesis de inversión sólida alrededor de una idea muy potente: la fusión no es solo energía limpia, es infraestructura crítica.

Si quieres ver la ponencia de Rory Scott Russell, puedes hacerlo en este vídeo:

Rory Scott Russell: «Investment in Fusion» #FusionForward

¿Por qué fusión y por qué ahora?

La apuesta por la fusión no responde a un impulso idealista, sino a un análisis estratégico de contexto. Según Rory Scott Russell, la fusión nuclear se encuentra hoy en una confluencia única de factores tecnológicos, geopolíticos y económicos que la convierten en una oportunidad de inversión sin precedentes. “No invertimos en fusión por romanticismo, sino porque hemos hecho los números”, explica.

Uno de los motivos clave es la alineación de la fusión con las prioridades estratégicas de todos los gobiernos avanzados: seguridad energética, defensa, y capacidades de cómputo e inteligencia artificial. La fusión se sitúa en la intersección de estos tres pilares. Además de ser una alternativa limpia al petróleo o al gas, es una tecnología que refuerza la soberanía nacional en un momento de fragmentación geopolítica.

Por otra parte, tecnologías críticas para habilitar la fusión -como los imanes superconductores (HTS), los láseres de alta potencia o la electrónica de potencia- están viendo una aceleración inesperada gracias a su demanda desde otros sectores: defensa, centros de datos y la propia industria de la inteligencia artificial. Esta retroalimentación tecnológica contribuye a reducir costes, acelerar plazos y aumentar la viabilidad comercial de las soluciones de fusión.

“No creemos que el empuje por las energías limpias sea suficiente por sí solo. Lo que realmente está acelerando la fusión es la convergencia con defensa e IA”, apunta Russell.

Otro elemento determinante es el cambio de escala en el interés institucional y gubernamental. En los últimos años, han surgido nuevas estrategias nacionales de fusión en países como Reino Unido, Alemania, Japón, Corea del Sur, Estados Unidos y China. Estas estrategias van más allá de los proyectos de investigación, incluyendo inversiones públicas en plantas piloto, incentivos para startups, y apuestas por liderar la cadena de suministro industrial.

La inversión privada también se ha disparado. Según los datos compartidos por Rory, se han movilizado casi 9.000 millones de dólares en capital privado hacia empresas de fusión, la mitad de los cuales se han concentrado en Estados Unidos. Esta cifra contrasta con los aproximadamente 90.000 millones de inversión pública acumulada a nivel global desde los inicios de la fusión, lo que muestra que el sector está entrando en una nueva fase: la del scale-up tecnológico.

Por último, la propia East X Ventures ha sido testigo de esta aceleración. Tras realizar sus primeras inversiones en fusión en 2021 y conseguir un múltiplo de retorno cercano a 5X en su primer portfolio energético, han decidido enfocarse exclusivamente en este campo.

“La pregunta ya no es si la fusión será viable. Es quién se posicionará a tiempo para capturar el valor que se va a generar.”

Una industria de un billón de dólares

La energía de fusión no es solo una apuesta científica. Para Rory Scott Russell, es el núcleo de una nueva industria global valorada en más de un billón de dólares (trillion, en terminología anglosajona). Una industria que, en su opinión, se encuentra en un punto de inflexión similar al que vivió el sector aeroespacial en los años 60 y 70.

La analogía que plantea es directa: la carrera espacial impulsó una inversión pública estimada en 1,6 billones de dólares, dando lugar a un ecosistema industrial y tecnológico que hoy sigue generando retornos. Frente a eso, la inversión pública acumulada en fusión apenas ha alcanzado los 90.000 millones de dólares. Una cifra que, a ojos de Russell, subestima enormemente el valor estratégico y económico de esta tecnología emergente.

“Creemos que la fusión será al siglo XXI lo que la carrera espacial fue al siglo XX. La diferencia es que ahora el retorno será también comercial, no solo político o científico.”

La lógica es clara: si los gobiernos están dispuestos a invertir a escala nacional en tecnologías estratégicas -por razones energéticas, militares o industriales-, los actores privados que lideren el desarrollo de componentes, servicios e infraestructura crítica estarán bien posicionados para capturar ese valor.

Además, la fusión tiene el potencial de transformar sectores enteros: desde la generación energética y la producción industrial, hasta la computación de alto rendimiento y el transporte. No solo como fuente de energía limpia, sino como nodo central en un nuevo complejo industrial global.

Este “despertar” de la industria de fusión se traduce ya en movimiento real de capital. Más de 40 empresas privadas en el mundo están desarrollando tecnologías de fusión con apoyo de inversores institucionales, fondos soberanos y grandes family offices. Y aunque muchas de estas compañías están en Estados Unidos, los ecosistemas de Asia y Europa están empezando a despegar.

Pero no todos los inversores ven la oportunidad con la misma claridad. Según datos compartidos por East X Ventures, la fusión aún representa una porción marginal del total de inversión en DeepTech a nivel global, muy por detrás de áreas como la IA, la computación cuántica o la biotecnología.

“Estamos al comienzo de una carrera por capturar el control de las cadenas de valor estratégicas del futuro energético. Y como en toda carrera tecnológica, los que lleguen primero se quedarán con la mayoría del pastel.”

Esta nueva carrera por controlar la cadena de suministro de la energía del futuro ya está en marcha: empresas de recursos, ingeniería e infraestructura -desde grandes utilities hasta actores industriales- están explorando alianzas con startups de fusión para asegurarse un lugar en esta futura cadena de suministro global.

Y mientras tanto, Starmaker One aspira a convertirse en la palanca que permita a Europa participar en esta industria no como cliente, sino como actor líder.

Europa: ¿el gran ausente?

Pese a contar con centros de investigación punteros y una sólida tradición científica, Europa se podría quedar atrás en la carrera por convertir la fusión en una industria rentable. Mientras Estados Unidos y China despliegan estrategias nacionales claras y capital privado especializado, en Europa continental no existía, hasta ahora, un fondo de venture capital centrado exclusivamente en fusión.

Rory Scott Russell lo deja claro: fuera de EE. UU., apenas hay inversores especializados capaces de entender, respaldar y escalar proyectos de fusión con visión industrial. De hecho, Starmaker One es el primer fondo europeo dedicado 100% al sector. Una anomalía que refleja la distancia entre el potencial científico europeo y su capacidad para transformarlo en innovación de mercado.

“Hablamos con muchas startups que nos dicen lo mismo: hay talento, hay tecnología, pero falta financiación alineada con los tiempos y riesgos del sector.”

Esa brecha entre ciencia e inversión tiene consecuencias reales: los mejores equipos europeos de fusión están recibiendo capital americano, firmando acuerdos con consorcios asiáticos o directamente trasladando operaciones fuera del continente.

La paradoja es que Europa cuenta con infraestructuras como ITER (Francia) o el consorcio EUROfusion, pero ha carecido -hasta ahora- de una estrategia industrial coherente que integre inversión privada, participación empresarial y despliegue regulatorio.

Mientras tanto, otros países avanzan con paso firme:

  • Reino Unido, con su programa STEP y un enfoque claramente orientado a la comercialización.
  • Alemania, que ha lanzado su propia hoja de ruta nacional.
  • Estados Unidos, con un programa basado en hitos y más de 30 empresas privadas en marcha.
  • China, que ya opera tres tokamaks gubernamentales, construye un cuarto, y lidera la industrialización de componentes clave.

China, en particular, representa el modelo opuesto al europeo: inversión masiva, consorcios público-privados, control de la cadena de suministro y una estrategia de copia, adaptación y escalado de tecnologías occidentales. Russell advierte: “No se trata solo de construir un reactor; se trata de dominar la industria que lo hace posible”.

Para que Europa tenga un papel relevante en este nuevo paradigma energético, necesita algo más que buenos laboratorios. Necesita capital “paciente”, estrategia coordinada y colaboración estrecha entre gobiernos, empresas e inversores. Starmaker One quiere ser la punta de lanza de ese cambio.

“La fusión no es solo una tecnología limpia. Es una infraestructura crítica. Si Europa no invierte ya, tendrá que importar todo -desde los imanes hasta los sistemas de refrigeración-. Y no podrá competir.”

¿Qué busca el fondo en un proyecto de fusión?

Invertir en fusión no es apostar por el primer reactor prometedor que aparezca. Según Rory Scott Russell, la mayoría de startups del sector no van a sobrevivir. La complejidad técnica, los plazos largos y la dependencia de financiación pública hacen que muchas propuestas sean difíciles de escalar o directamente inviables.

Por eso, en Starmaker One, la pregunta no es «¿puede funcionar esta tecnología?», sino «¿puede esta empresa capturar valor dentro de la cadena de suministro global de la fusión?»

La tesis del fondo se basa en identificar a los constructores del ecosistema, no solo a los futuros operadores de reactores. Como explica Russell, los grandes ganadores no serán necesariamente quienes consigan encender un sol en la Tierra; serán quienes desarrollen las piezas clave para que eso sea posible.

“Estamos buscando a los proveedores, no a los soñadores. A quienes puedan ofrecer soluciones escalables a los proyectos soberanos que se están poniendo en marcha.”

Los criterios clave que guían la inversión de Starmaker One son:

1. Componentes críticos y propiedad intelectual

El fondo prioriza tecnologías habilitadoras: superconductores, láseres, sistemas de refrigeración, sensores, materiales avanzados, automatización, robótica, control… Buscan empresas que puedan convertirse en proveedores estratégicos para proyectos nacionales o grandes consorcios.

La IP (propiedad intelectual) es un factor clave. Las startups deben demostrar que lo que hacen, además de ser único, es defendible frente a competidores y escalable a nivel industrial.

2. Capital efficiency y modelos asset-light

En un sector históricamente intensivo en capital, Starmaker One busca lo contrario: empresas ágiles, con burn rate bajo, que puedan avanzar con pocos recursos y que no dependan exclusivamente de rondas gigantescas para sobrevivir. Modelos asset-light, con enfoque B2B o B2G (business-to-government), y márgenes defensibles.

“Nos interesan los solucionadores de problemas complejos, no los que buscan ser dueños de toda la cadena. La clave está en ser parte esencial del sistema, sin asumir todos los riesgos.”

3. Capacidad de integrarse en consorcios públicos-privados

Muchas de las oportunidades reales en fusión vendrán de proyectos liderados por gobiernos. Para aprovecharlas, las startups deben saber colaborar: integrarse en consorcios, trabajar con organismos públicos, entender procesos regulatorios y de compra pública.

El fondo valora positivamente a los equipos que ya tienen experiencia en entornos colaborativos y que entienden cómo funciona la contratación pública o la participación en grandes programas.

4. Equipos técnicos con visión empresarial

El equipo fundador tiene que dominar la tecnología, pero también demostrar capacidad de ejecución, conocimiento del mercado y visión estratégica. La fusión es técnica, sí, pero también es industria, política y mercado. El equipo tiene que navegar en todas esas aguas.

“No invertimos en papers. Invertimos en gente que sabe construir cosas que otros necesitan.”

5. Capacidad de escalar globalmente desde Europa

Aunque el fondo tiene una vocación europea, sus inversiones están pensadas para competir a escala global. Buscan proyectos que puedan servir tanto al ecosistema europeo como a clientes en EE. UU., Asia o donde se estén desplegando pilotos de fusión.

En resumen, Starmaker One no está buscando unicornios de laboratorio. Está buscando proveedores industriales del siglo XXI, capaces de posicionarse como actores clave en una industria que apenas empieza a tomar forma.

Conclusión: la oportunidad está servida

La intervención de Rory Scott Russell en el Future Trends Forum no es una charla técnica ni un pitch de ventas. Es una advertencia estratégica. La energía de fusión es una industria emergente, con inversiones reales, tecnología madura en componentes clave y gobiernos dispuestos a impulsar proyectos soberanos a gran escala.

Y, sin embargo, Europa aún no se ha subido al tren.

Mientras países como EE. UU., China, Corea del Sur o Reino Unido despliegan estrategias nacionales integradas -con financiación pública, apoyo regulatorio y capital privado especializado-, Europa sigue atrapada en el paradigma científico, sin una hoja de ruta industrial clara ni fondos que entiendan el potencial del sector.

La buena noticia: aún estamos a tiempo. Fondos como Starmaker One demuestran que es posible diseñar vehículos de inversión adaptados a la complejidad del sector, con foco en eficiencia, IP defensiva y capacidad para integrarse en consorcios estratégicos.

La mala: el reloj ya ha empezado a correr. Y como en toda carrera tecnológica, quien llega tarde no compite: consume.

“La pregunta es quién se quedará con los retornos cuando todo esto funcione.”

Desde la Fundación Innovación Bankinter, seguimos explorando las claves tecnológicas, económicas y geoestratégicas que marcarán el futuro de la energía. Porque si queremos que Europa sea algo más que espectadora en esta nueva era energética, necesitamos actuar ya: con visión, con inversión y con audacia.

Este artículo es parte del análisis que hemos realizado desde la Fundación Innovación Bankinter. El informe completo, Energía de Fusión: una revolución energética en marcha, recoge las aportaciones de más de veinte expertos internacionales y define los cinco ejes críticos para escalar la energía de fusión como motor climático, económico y tecnológico.

Descárgalo aquí y descubre en detalle cómo podemos construir hoy el sistema energético de mañana.

Y si te interesa seguir explorando esta transformación, no te pierdas las próximas entregas de la serie Fusion Forward, donde seguimos acercando a la sociedad -con rigor y visión- las claves del futuro energético que ya se está diseñando.