Scaleups

¿Cuándo una startup deja de ser una startup?

¿Cuándo una startup deja de ser una startup?

Más allá de la épica aparejada al término startup, la realidad es que llega un momento en el que estos proyectos se consolidan y pasan a otro nivel. Hay diferentes factores que indican cuando esto ha pasado.

De startup a scaleup, ¿o hay más? Es cierto, hay que reconocerlo, que el término startup está rodeado por un cierto halo de encanto. Startup, aunque en esencia sea lo mismo, no suena como empresa o negocio. Y, en muchos casos, resulta un buen reclamo para potenciar una marca o atraer inversores y clientes. Sin embargo, por mucho que esto sea así, cuando pasa el tiempo y una startup se consolida con éxito, es muy probable que deje de serlo.

De hecho, todas las definiciones hacen referencia a que se trata de empresas jóvenes. Como muestra, la definición de la RAE: “Empresa de reciente creación y de base tecnológica”.

Por eso, es importante saber cuándo una startup ha dejado paso a otra cosa. Y aquí ofrecemos algunas claves para ello.

El producto y el mercado de startup

Las empresas emergentes comienzan asumiendo que su producto o servicio será atractivo para un gran grupo de personas. Si ese atractivo pasa de hipótesis a realidad, supondrá que la validación del modelo de negocio. Dicho de otro modo, se habrá logrado un ajuste entre el producto y el mercado. Cuando esto se consigue y las expectativas se van convirtiendo en una realidad, es el momento de entender que una startup está creciendo y lista para el siguiente escalón.

La escala

La escala, generalmente, se mide en términos de ingresos, número de empleados y valoración, pero también puede incluir la antigüedad, es decir, categorizar las empresas que tienen más de 5 años como que ya no son nuevas empresas. En términos de ingresos, número de empleados y valoración, existe un conjunto de métricas popularizadas por Alex Wilhelm, la regla 50-100-500. Según estos parámetros, una startup ha dejado de serlo si tienes unos ingresos anuales de 50 millones de dólares, si cuenta con un mínimo de cien empleados o si se estima un valor de 500 millones de dólares. 

La rentabilidad

Otra métrica que se considera una medida importante para fijar si una empresa cabe bajo la definición de estatuto es la rentabilidad. No se trata solo de ingresos, sino de obtener ganancias netas. La rentabilidad mide la eficiencia e indica que una empresa puede producir un retorno de la inversión. Si al calcular estas cifras, encontramos que son positivas durante varios ejercicios consecutivos, probablemente se haya salido de la zona reservada a las startups.  

Estandarización

Otro indicio que se puede tener en cuenta es la existencia de una mayor burocracia. Esto se puede reflejar en un mayor grado de estandarización de los procesos y procedimientos operativos y con la adopción de canales de comunicación más formales.
Probablemente, la innovación y  la creatividad son la base que permite este cambio. Sin embargo, una vez alcanzado el nuevo escenario, estos factores ya no suelen ser predominantes.

Semántica

Muchas veces, las descripciones no son más que una herramienta para dar forma a una realidad. De hecho, es común la existencia de empresas que quieren mantener la mentalidad de startup que depende de la innovación y el crecimiento evitando la mentalidad burocrática lenta que a menudo se asocia con las empresas tradicionales y establecidas. En estos casos, muchas empresas prefieren mantener esta etiqueta en un intento de mantener intactos factores como la creatividad, la innovación o el carácter disruptivo, que son los elementos que le han permitido crecer.

Las scaleup: el crecimiento sostenido y sostenible

Un término interesante en relación con la evolución de los proyectos es el de scaleup. Según la Organización para el Comercio y el Desarrollo Económico (OCDE), este tipo de compañías son aquellas que llevan tres años seguidos creciendo por encima del 20% anual en facturación o en número de empleados. Estas empresas obtienen algunas ventajas si se comparan con las startups, ya que se multiplican sus opciones de afianzarse en el mercado y haciéndolas más fuertes para superar periodos de crisis.

El factor clave que diferencia a las scaleup de otras formas de emprendimiento es que cuentan con un modelo de negocio escalable, y su sostenibilidad a largo plazo. Y, por supuesto, las ideas muy claras y la actitud para hacerlas realidad. Otras diferencias entre las startups ‘clásicas’ y las scaleups es la existencia una estructura más organizada, con unos perfiles más especializados desde sus inicios o unos productos y servicios más desarrollados y sólidos. 

Empresas creadas bajo esta fórmula, capaces de atraer inversores de forma muy eficiente, son cada vez más populares en muchos países, como Estados Unidos, Israel, China y Reino Unido.

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