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Carme Torras: cómo la robótica social puede mejorar la vida de las personas

Carme Torras: cómo la robótica social puede mejorar la vida de las personas

Los robots sociales ya están ayudando en hospitales y residencias, pero ¿cómo aseguramos que su desarrollo sea ético y aceptado por la sociedad?

La inteligencia artificial ya no es solo código y algoritmos invisibles que operan en la nube. La revolución de la IA física (Embodied AI) está llevando la tecnología al mundo físico, interactuando con los humanos en entornos reales. En este contexto, Carme Torras , profesora de Investigación del CSIC en el Instituto de Robótica e Informática Industrial, Premio Nacional de Investigación 2020 en Matemáticas y Tecnologías de la Información y referente en robótica social, plantea una cuestión clave: ¿Cómo aseguramos que los robots que diseñamos sean útiles, éticos y aceptados por la sociedad?

En su ponencia en el Future Trends Forum de la Fundación Innovación Bankinter, Torras presenta algunos de sus proyectos más innovadores en el ámbito de la robótica asistencial, centrándose en su despliegue en hospitales y centros de cuidados. Su trabajo muestra el potencial de la IA en la mejora de la calidad de vida de las personas, y también resalta los desafíos éticos que deben abordarse para que estas tecnologías sean realmente inclusivas y beneficiosas para todos.

Robots que ayudan: de los laboratorios a los hospitales

Uno de los retos clave de la robótica social es su implementación en el mundo real. «Lo que funciona en el laboratorio no siempre se adapta a un hospital o un hogar», advierte Torras. Para superar esta brecha, su equipo ha trabajado en la co-creación de soluciones junto a médicos, enfermeros, cuidadores y pacientes.

Un ejemplo destacado es un robot asistencial para la alimentación de pacientes en el Parc Sanitari Pere Virgili de Barcelona. Este dispositivo detecta el momento en el que una persona abre la boca para ofrecerle comida y evita forzar la alimentación si detecta que el paciente no está listo. Su desarrollo respondió a una necesidad concreta: el 50% de los pacientes del hospital necesitaban asistencia para comer, pero los cuidadores no siempre tenían el tiempo suficiente para hacerlo de forma pausada y personalizada.

La reacción inicial fue mixta. Mientras que los profesionales sanitarios valoraban su utilidad, algunas asociaciones de pacientes eran escépticas. «El miedo era que los robots deshumanizaran la experiencia», explica Torras. Para mejorar la aceptación, su equipo añadió una cara animada al robot, que ofrecía señales visuales y auditivas amigables. Los resultados fueron positivos: los pacientes respondieron mejor y la percepción general cambió de rechazo a entusiasmo.

Robot asistente de alimentación. Fuente: Ponencia de Carme Torras

El robot cuenta con un sistema avanzado de cámaras y sensores de fuerza que le permite:

  1. Detectar movimientos humanos: el robot identifica el momento exacto en que el paciente abre la boca, ajustando su brazo para evitar errores comunes, como golpes en los dientes o derrames de alimentos.
  2. Adaptarse a preferencias personales: a través de algoritmos de aprendizaje, el sistema es capaz de ajustar la velocidad y el ángulo de alimentación según las necesidades del paciente. De esta manera, mejora la experiencia del usuario, aumentando la aceptación del sistema.

Otro caso de éxito ha sido un robot diseñado para estimular cognitivamente a personas con Alzheimer en colaboración con la fundación Ace Alzheimer Center Barcelona. Equipado con un brazo manipulador, cámaras y capacidad de habla, el robot interactúa con los pacientes a través de juegos de estimulación cognitiva, adaptando su comportamiento según las respuestas de cada individuo. Además de apoyar a los pacientes, el robot proporciona datos precisos a cuidadores y médicos, facilitando un seguimiento más detallado del estado cognitivo de los usuarios.

Fuente: Fundación ACE

La interacción con la IA mejora la experiencia de los pacientes, demostrando que los robots sociales pueden reforzar la autonomía y la calidad de vida en personas vulnerables.

Ética en la IA social: más allá de la tecnología

El desarrollo de robots sociales, además de plantear desafíos técnicos, presenta también dilemas éticos que requieren una reflexión profunda antes de su despliegue en la sociedad. Carme Torras apunta que, a diferencia de otras aplicaciones de IA, la robótica social permite un proceso más pausado, lo que ofrece una oportunidad única para integrar consideraciones éticas desde el diseño hasta la implementación.

Uno de los riesgos clave de los robots sociales es la posibilidad de deshumanización en el cuidado de personas vulnerables. Como explica Torras, aunque los robots pueden aliviar la carga de los cuidadores en hospitales o residencias, también pueden generar dependencia excesiva y reducir el contacto humano si no se implementan correctamente. Por ello, su equipo trabaja bajo un modelo de co-creación con todas las partes interesadas, incluyendo profesionales sanitarios, pacientes y familiares, para asegurar que la tecnología complementa y no sustituye la interacción humana.

Otro aspecto crucial es la privacidad y la autonomía de los usuarios. Un robot que se desplaza e interactúa con personas puede recolectar datos sensibles sin que los usuarios sean plenamente conscientes. La movilidad de estos sistemas también amplifica riesgos como la vigilancia involuntaria o la recopilación de información sin consentimiento explícito. Para mitigar estos riesgos, Torras propone el desarrollo de regulaciones específicas que establezcan límites claros sobre cómo los robots sociales pueden recopilar, almacenar y utilizar la información de los usuarios.

Además, la investigadora señala que la dignidad humana debe estar en el centro del diseño de los robots sociales. Uno de los problemas que ha identificado en sus investigaciones es la posible «objetivación» de los usuarios, es decir, que los robots traten a las personas como simples receptores de asistencia en lugar de fomentar su autonomía y toma de decisiones. Ejemplo de ello es la integración de señales visuales y auditivas amigables en los robots de asistencia alimentaria, que mejoran significativamente la percepción y aceptación por parte de los pacientes.

Este enfoque en la ética no se queda solo en la teoría. Torras ha llevado estas reflexiones más allá del ámbito académico a través de la literatura y la formación universitaria. Su novela La mutación sentimental plantea escenarios futuristas donde la convivencia entre humanos y máquinas genera dilemas morales complejos. A partir de esta obra, ha desarrollado un curso sobre ética en la robótica, con una guía para docentes y una presentación de más de cien diapositivas que se utiliza en universidades de Europa y Estados Unidos.

Este material, disponible gratuitamente, busca generar debate en torno a las implicaciones de la robótica en la sociedad, formando a futuros ingenieros y diseñadores en la importancia de integrar principios éticos en el desarrollo de la IA. Para Torras, el objetivo es claro: no se trata solo de avanzar en la tecnología, sino de garantizar que estos avances sean beneficiosos, seguros y alineados con los valores humanos.

El futuro de la robótica social: autonomía y nuevas oportunidades

El impacto de la robótica social se medirá en cómo redefine el trabajo y la autonomía de las personas. Torras argumenta que la introducción de robots asistenciales no debe verse como una sustitución del factor humano, sino como una herramienta que libera tiempo para tareas más significativas.

Por ejemplo, en el ámbito de la salud, los robots pueden encargarse de tareas repetitivas como la alimentación, la movilidad o el recordatorio de medicación, permitiendo que los cuidadores se enfoquen en la interacción emocional y el bienestar general de los pacientes. A su vez, esto podría transformar el rol de los profesionales del cuidado, elevando su especialización y formación en tecnología aplicada a la salud.

Además, la evolución de la IA permitirá que los robots se adapten mejor a sus usuarios. Los desarrollos en modelos de lenguaje y visión artificial facilitarán interacciones más intuitivas y fluidas. En el futuro, podríamos ver sistemas que entiendan las emociones humanas y ajusten su comportamiento en consecuencia, promoviendo una convivencia más natural entre humanos y máquinas.

Conclusión: la clave está en la confianza

La ponencia de Carme Torras deja una lección clara: la tecnología por sí sola no basta, necesita ser diseñada con un propósito ético y humano. Los robots sociales tienen el potencial de mejorar la vida de muchas personas, pero su éxito dependerá de cómo sean integrados en la sociedad.

Para que esta revolución tecnológica sea aceptada y beneficiosa, será fundamental:

  1. Diseñar con ética: considerar el impacto humano desde el inicio del desarrollo tecnológico.
  2. Promover la co-creación: involucrar a usuarios y profesionales en el diseño de las soluciones.
  3. Garantizar la transparencia y seguridad: regular el uso de datos y la autonomía de los robots para evitar abusos.

El futuro de la robótica social está en nuestras manos. La pregunta no es si conviviremos con robots, sino cómo queremos que sea esa convivencia.

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Expertos mencionados en esta entrada

Carme Torras
Carme Torras

Profesora de Investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

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