Energía de fusión

Energía de fusión

Lo que durante años parecía un sueño de ciencia ficción empieza a ser real: la energía de fusión ya está en camino. En un mundo que necesita soluciones urgentes frente al cambio climático, la dependencia de los combustibles fósiles y una demanda eléctrica que no deja de crecer, la fusión se perfila como una alternativa única: limpia, segura, abundante y capaz de transformar el futuro energético global.

Y lo más importante: el momento es ahora. Los avances científicos han demostrado que la fusión funciona, y la inversión de grandes empresas, gobiernos y fondos internacionales está acelerando el paso del laboratorio a la industria. Nunca antes habíamos estado tan cerca de convertir esta promesa en una fuente real de energía.

Este informe del Future Trends Forum muestra dónde estamos hoy, qué avances se han logrado y qué falta para que la fusión llegue a la red eléctrica. También ofrece una visión clara de los retos que quedan por resolver y de cómo Europa puede aprovechar esta oportunidad histórica para situarse a la cabeza de la próxima gran revolución industrial y tecnológica.

Energía de fusión

Temas analizados

La energía de fusión y el desafío energético global

La energía de fusión y el desafío energético global

Tecnologías de fusión e impacto en otros sectores

Tecnologías de fusión e impacto en otros sectores

Cómo acelerar el despliegue comercial de la fusión

Cómo acelerar el despliegue comercial de la fusión

Colaboración público-privada e inversión

Colaboración público-privada e inversión

Hacia un marco regulatorio para la fusión

Hacia un marco regulatorio para la fusión

Capital humano para una industria emergente

Capital humano para una industria emergente

Conclusiones y recomendaciones

Conclusiones y recomendaciones

La energía de fusión y el desafío energético global

La energía de fusión es mucho más que una promesa tecnológica: es el origen mismo de toda la energía que conocemos. El sol, el viento, la lluvia o los combustibles fósiles existen porque, en algún momento, una estrella fusionó átomos ligeros liberando cantidades ingentes de energía. Si podemos replicar ese proceso en la Tierra, ¿por qué conformarnos con fuentes intermedias y limitadas?

La fusión es el motor original del universo, y reproducirlo en la Tierra nos permitiría acceder a una fuente limpia, segura, abundante y prácticamente inagotable. Imaginemos una estrella en miniatura capaz de alimentar nuestras ciudades, industrias y hogares durante generaciones, sin emisiones de carbono ni residuos peligrosos.

Un sistema energético bajo presión

Estamos en una encrucijada energética sin precedentes. La urgencia climática, la transición hacia tecnologías digitales intensivas en energía (como la inteligencia artificial o los centros de datos) y la industrialización del sur global están disparando la demanda eléctrica. Y sin embargo, la dependencia de los combustibles fósiles apenas ha cambiado: entre 2009 y 2019. Las renovables crecen, pero con límites: su intermitencia, la necesidad de almacenamiento, y las redes actuales no permiten un sistema 100% renovable sin inversiones masivas.

La fusión: de promesa a solución estructural

En este contexto, la energía de fusión se posiciona como un pilar estratégico para un sistema energético sostenible. Su densidad energética es incomparable: 50 g de litio y 12 g de deuterio -contenidos en unos pocos cientos de litros de agua y tierra- equivalen a 300 toneladas de petróleo, el consumo de una vida entera en Europa.

Además:

  • Cero emisiones en operación: sin CO₂, sin residuos de alta actividad, sin riesgo de proliferación nuclear.
  • Energía firme y predecible: opera 24/7, sin depender del clima.
  • Aplicaciones múltiples: electricidad, hidrógeno verde, calor para procesos industriales, medicina o materiales.
  • Escalabilidad global: con materias primas accesibles desde el agua de mar y la corteza terrestre.

Como afirma Carlos Alejaldre, referente mundial y presidente del consejo de Fusion for Energy:

“La fusión puede sustituir completamente a los combustibles fósiles”.

La fusión: de promesa a solución estructural

Una industria en formación: del laboratorio al mercado

Tras décadas de investigación, la fusión ha dejado de ser “siempre a 30 años vista”. Hoy, la ciencia ha demostrado su viabilidad; el reto es industrial y organizativo.

Los hitos son contundentes:

  • Ignición en EE. UU. (NIF): por primera vez, una reacción de fusión generó más energía que la empleada para activarla. El récord de 2025 alcanzó una ganancia de 4,13.
  • JET (UE-Reino Unido): récord de 59 MJ sostenidos en un tokamak, acercando la viabilidad comercial.
  • ITER: el mayor experimento de fusión de la historia, en construcción en Francia con participación de 35 países.
  • IFMIF-DONES (España): infraestructura clave para probar materiales irradiados, con una inversión europea directa de más de 200 millones de euros.
  • Inversión privada: más de 8.000 millones de dólares invertidos hasta la fecha, con el sector privado tomando el relevo de la investigación pública.
Una industria en formación: del laboratorio al mercado

Europa y España: un liderazgo posible

Informes estratégicos recientes como el de Clean Air Task Force coinciden: la fusión será esencial para cumplir los objetivos de París y garantizar la competitividad energética europea. En este contexto, Europa y España tienen una oportunidad histórica para liderar la creación de una nueva industria energética y tecnológica, construyendo capacidades en diseño, materiales, regulación y capital humano.

El momento de actuar: visión estratégica y acción decidida

Como recuerda Sehila González, directora global de energía de fusión en Clean Air Task Force:

“La fusión ya no es un sueño, es una carrera que estamos ganando”.

La tecnología está madura, el ecosistema empieza a formarse, y el momento de escalar y desplegar es ahora. Si actuamos con decisión, visión y colaboración global, la fusión puede convertirse en la gran revolución energética del siglo XXI.

Tecnologías de fusión e impacto en otros sectores

La energía de fusión es, hoy en día, un desafío de ingeniería multidisciplinar que se abre paso hacia su madurez industrial. A continuación se expone el estado actual de las tecnologías, sus implicaciones transversales y el papel clave de los proyectos experimentales.

Estado de desarrollo de la tecnología de fusión

Durante décadas, la investigación en fusión se centró en la física del plasma. Hoy, el reto está en integrar sistemas complejos y operarlos de forma estable, segura y competitiva. Según Gianfranco Federici, Director de Programa en EUROfusion, las cinco barreras clave para una planta funcional son:

  1. Gestión del calor extremo
    El plasma alcanza temperaturas superiores a 100 millones de grados, con flujos térmicos >10 MW/m². Componentes como el divertor deben soportar estas cargas durante años de operación.
  2. Materiales resistentes a neutrones
    No existen aún materiales plenamente cualificados para resistir el daño neutrónico. Avances en aleaciones avanzadas y validaciones experimentales como las de IFMIF-DONES serán clave.
  3. Producción y gestión del tritio
    El tritio es un elemento clave para que funcione una planta de fusión, pero también uno de los mayores desafíos tecnológicos. Hoy por hoy, es un recurso escaso en el mundo y su manejo es delicado. Para que una planta sea verdaderamente autosuficiente, debe ser capaz de producir su propio tritio dentro del reactor, a través de sistemas especiales que aún están en fase experimental.
  4. Integración funcional de sistemas
    Validar subsistemas por separado no basta. Todo el ecosistema (plasma, refrigeración, mantenimiento, tritio, materiales) debe funcionar coordinadamente.
  5. Escalado industrial
    De ITER a una planta comercial hay un salto en construcción, fiabilidad y costes. Requiere cadenas de suministro robustas, estándares, talento y marcos regulatorios claros.
Estado de desarrollo de la tecnología de fusión

Competencia tecnológica: múltiples rutas, un objetivo común

La energía de fusión puede alcanzarse por varias rutas, que se dividen en dos grandes enfoques:

  • Fusión magnética, donde se utiliza un potente campo magnético para mantener el plasma -un gas ultracaliente donde ocurre la fusión- estable y alejado de las paredes del reactor.
  • Fusión inercial, que utiliza pulsos muy intensos de energía (como rayos láser o haces de partículas) para comprimir una pequeña cantidad de combustible y provocar la reacción.

Ambas tecnologías tienen el mismo objetivo: alcanzar temperaturas extremadamente altas y mantenerlas el tiempo suficiente para generar más energía de la que se consume. Cada una presenta ventajas, desafíos y distintos grados de madurez.

Hoy existen varios diseños en desarrollo que buscan hacer las máquinas de fusión más compactas, modulares y económicas. Algunos emplean nuevos materiales como superconductores avanzados, que permiten reducir el tamaño de los dispositivos. Sin embargo, esto también añade complejidad: cuanto más pequeña y eficiente es la máquina, más exigente es su diseño y protección interna. Esto obliga a repensar completamente cómo se enfría el sistema, cómo se maneja el combustible y cómo se protegen los componentes del calor extremo y de la radiación.

En esta fase de desarrollo, es positivo que haya diversidad de enfoques. La competencia tecnológica no es una debilidad, es una señal de vitalidad y una forma de acelerar la innovación. El desafío ahora es avanzar desde los prototipos hacia soluciones viables, que puedan funcionar de forma segura, continua y a gran escala.

Competencia tecnológica: múltiples rutas, un objetivo común

Validación modular y enfoque sistémico

Uno de los mayores retos de la fusión es hacer que funcionen todas las piezas de una máquina de fusión trabajando juntas de forma coordinada. Desde el combustible hasta los materiales, pasando por la seguridad o el mantenimiento, cada elemento debe estar perfectamente integrado. Tienen que funcionar al mismo tiempo y bajo condiciones extremas.

Muchos de estos componentes clave todavía están en fase experimental. Algunos, como los sistemas encargados de generar combustible dentro del reactor o los materiales que deben soportar temperaturas y radiación intensas, están aún lejos de estar listos para su uso industrial. Otros, como los sistemas de calentamiento del plasma, están más avanzados, pero aún necesitan pruebas en entornos reales.

Por eso, los expertos defienden un enfoque modular: probar cada parte del sistema por separado en condiciones realistas, antes de integrarlas todas en una única planta. Este camino, aunque más lento, es esencial para reducir riesgos, evitar errores costosos y acelerar la llegada de la fusión a escala comercial. La clave está en avanzar con rigor, paso a paso, pero sin perder de vista el conjunto.

Validación modular y enfoque sistémico

Tecnologías más allá de la fusión: impacto transversal

La investigación en fusión, además de impulsar una nueva forma de generar energía, está dando lugar a tecnologías que pueden transformar muchos otros sectores clave.

Por ejemplo, los superconductores de nueva generación permiten construir imanes mucho más potentes y compactos. Estos avances ya se están aplicando en equipos de resonancia magnética médica o en el desarrollo de trenes de levitación magnética más eficientes.

La criogenia avanzada, que permite operar a temperaturas cercanas al cero absoluto, se utiliza en grandes instalaciones científicas y tiene aplicaciones potenciales en el transporte espacial o en la física de partículas.

En paralelo, se han desarrollado nuevos sistemas de electrónica de potencia, capaces de gestionar grandes cargas eléctricas con alta precisión. Esto resulta clave para mejorar las redes eléctricas o impulsar la producción de hidrógeno verde.

También se están diseñando materiales especiales, como metales líquidos o aceros resistentes a la radiación, con aplicaciones directas en sectores como la industria aeroespacial, la medicina o la energía nuclear.

Y la complejidad de los reactores ha dado lugar a sistemas de robótica avanzada y mantenimiento remoto, que pueden adaptarse a otros entornos exigentes, desde plantas nucleares hasta fábricas automatizadas.

Startups tecnológicas ya están adaptando estas soluciones para su uso fuera del ámbito de la fusión. Como han señalado expertos del sector, estas innovaciones pueden convertirse en motores industriales por derecho propio, siempre que Europa apueste por desarrollar su propia capacidad de fabricación y no dependa de cadenas de suministro externas. La fusión, así, no solo puede cambiar el sistema energético, sino también impulsar una nueva generación de tecnologías estratégicas.

Tecnologías más allá de la fusión: impacto transversal

El papel de los grandes proyectos experimentales

Los proyectos como ITER, JET, JT-60SA, IFMIF-DONES, NIF o SMART son esenciales para:

  • Validar tecnologías críticas.
  • Crear estándares regulatorios.
  • Formar talento industrial y científico.
  • Construir cadenas de suministro globales.

Especial mención merece IFMIF-DONES (España), que permitirá calificar materiales estructurales bajo condiciones reales de fusión y facilitará el licenciamiento de futuras plantas.

La pluralidad de rutas tecnológicas es una fortaleza, pero requiere coordinación. Como señala Itxaso Ariza (Tokamak Energy), la clave está en divergir técnicamente y converger estratégicamente: identificar dos o tres rutas sólidas y alinearlas con inversión y estándares para evitar fragmentación.

La carrera por la fusión se juega en la frontera entre lo posible y lo realizable. Y empieza, hoy, con decisiones industriales, regulatorias y de talento.

El papel de los grandes proyectos experimentales

Cómo acelerar el despliegue comercial de la fusión

Transformar la energía de fusión en una solución real para nuestras necesidades energéticas es mucho más que una cuestión científica y tecnológica. Implica construir una industria desde cero, generar confianza en los mercados y hacerlo en plazos que permitan competir con otras tecnologías.

La industria de la fusión: mucho más que ciencia

Uno de los mayores desafíos actuales está en la industrialización. Para que la fusión llegue al mercado, se necesita una red de empresas capaces de diseñar, fabricar, ensamblar y mantener componentes altamente sofisticados. Esta cadena de suministro todavía está en construcción.

Muchas de las piezas necesarias para un reactor de fusión no se han hecho nunca antes, ni siquiera en sectores como el aeroespacial o la energía convencional. Eso obliga a crear procesos nuevos, capacitar a personal especializado y coordinar a muchos actores diferentes. Todo esto requiere tiempo, inversión y, sobre todo, colaboración entre el sector público y privado.

Además, es fundamental que las empresas vean oportunidades claras. Además de demostrar que la fusión funciona, hay que demostrar que puede convertirse en un negocio sostenible. Para ello, es clave crear entornos de confianza, donde las empresas puedan compartir riesgos, aprender juntas y adaptarse con agilidad a los cambios tecnológicos.

La industria de la fusión: mucho más que ciencia

Aprovechar lo que ya existe

Una forma de acelerar el desarrollo de la fusión es aprovechar tecnologías ya disponibles en otros sectores. En campos como la aeronáutica, el espacio o la automoción ya se utilizan sistemas avanzados de automatización, inteligencia artificial o simulación digital que pueden aplicarse directamente en la construcción y mantenimiento de reactores de fusión.

Por ejemplo, los gemelos digitales permiten simular virtualmente cómo funcionará una planta de fusión antes de construirla. Esto ayuda a evitar errores, reducir costes y acelerar los plazos. Igualmente, la inteligencia artificial ya permite predecir cómo se comportará el plasma dentro del reactor, optimizando su diseño desde el principio.

Otro campo clave es el de la robótica avanzada, imprescindible para operar en entornos donde la intervención humana directa no es posible. Estas tecnologías, ya utilizadas en el espacio o en la industria nuclear, permitirán mantener y reparar los reactores de forma remota, segura y eficiente.

En resumen: no hace falta inventarlo todo. Muchas soluciones ya existen y pueden integrarse en la fusión si se crean las co

Aprovechar lo que ya existe

Preparando el mercado

Cuando la fusión esté lista para generar energía, la demanda será enorme. Además de su capacidad de producir electricidad sin emisiones, también puede generar calor para procesos industriales difíciles de electrificar, o usarse para producir hidrógeno limpio a gran escala.

Pero para que esto ocurra, el mercado debe estar preparado. Esto implica tener regulaciones claras, mecanismos de inversión estables y clientes potenciales dispuestos a adoptar estas soluciones. También es necesario establecer canales de comunicación eficaces entre quienes desarrollan la tecnología y quienes podrían usarla.

Además, conviene hablar con realismo: la fusión no va a sustituir mañana a todas las centrales eléctricas. Pero sí puede tener aplicaciones puntuales desde el principio, con dispositivos más pequeños y especializados que generen valor en nichos concretos. A partir de ahí, podrá escalar progresivamente.

Preparando el mercado

¿Cuándo llegará?

Aunque los plazos varían según el tipo de tecnología y el modelo de desarrollo, la mayoría de expertos cree que la fusión empezará a integrarse en la red eléctrica entre 2035 y 2045.

Los grandes proyectos públicos avanzan con cautela, pero hay startups y consorcios privados que ya tienen prototipos en marcha, con planes de conexión a la red en los próximos años. Si todo va según lo previsto, la década de 2030 podría marcar el inicio de la era de la fusión, con las primeras plantas piloto produciendo energía real.

Eso sí, la llegada de la fusión no será un gran acontecimiento puntual; será un proceso progresivo. Habrá múltiples prototipos, distintas tecnologías compitiendo y muchas etapas intermedias. Lo importante es que el ecosistema -desde gobiernos hasta empresas, universidades e inversores- se organice desde ya para que, cuando la tecnología esté lista, el mundo esté preparado para adoptarla.

¿Cuándo llegará?

Colaboración público-privada e inversión

La energía de fusión es una carrera industrial, tecnológica y de mercado que requiere un esfuerzo coordinado de muchos actores: gobiernos, empresas, centros de investigación, startups e inversores. Ninguno de ellos puede recorrer este camino por separado.

Un reto demasiado grande para afrontarlo solos

Hacer que la fusión funcione a gran escala no depende únicamente de la física o la ingeniería. También hay que movilizar capital, atraer talento y crear una industria capaz de construir y operar reactores. Esto solo se consigue si lo público y lo privado trabajan de la mano.

Las instituciones públicas aportan estabilidad, conocimiento acumulado e infraestructuras clave. Las empresas privadas, por su parte, aportan agilidad, innovación y capacidad para asumir riesgos calculados. Para que esta colaboración funcione, es necesario establecer reglas claras, confianza mutua y una visión compartida del objetivo.

Los expertos coinciden en varios puntos clave:

  • Elegir el momento adecuado: La colaboración funciona mejor cuando la tecnología ya ha demostrado su potencial y se encuentra en fase de validación.
  • Compartir infraestructuras: Usar laboratorios, bancos de pruebas o centros técnicos ya existentes reduce costes y acelera los plazos.
  • Acordar desde el inicio cómo se gestiona el conocimiento generado: La propiedad intelectual no debe ser un obstáculo.
  • Crear plataformas abiertas de pruebas: Especialmente para que las startups puedan validar sus desarrollos.
  • Pensar en el mercado desde el principio: No basta con investigar; hay que preparar el camino hacia la producción y la comercialización.

Este modelo de colaboración ya ha funcionado en otros sectores, como el aeroespacial. La cooperación entre la NASA y empresas privadas como SpaceX ha permitido lanzar satélites, cohetes y cápsulas de forma más rápida y económica que nunca. ¿La clave? Trabajar juntos desde el diseño, adaptar las normas a la nueva tecnología y compartir riesgos.

Lo mismo ocurrió con Airbus, cuando Europa apostó por una industria aeronáutica propia. El éxito fue técnico y también organizativo: países diferentes, con normas distintas, lograron coordinarse para construir aviones líderes en todo el mundo.

La lección es clara: para que la fusión funcione, necesitamos estructuras colaborativas sólidas, objetivos comunes y marcos de gobernanza que distribuyan bien el riesgo.

Un reto demasiado grande para afrontarlo solos

Cómo invertir en fusión… con sentido

Cada vez más inversores están interesados en la fusión. Ya no la ven como una fantasía lejana, sino como una solución realista a los retos energéticos y climáticos. Las startups de fusión han captado más de 8.000 millones de dólares en inversión privada.

Pero ¿qué hace que un proyecto de fusión sea atractivo para el capital?

  • Una visión clara: No se trata de prometerlo todo, sino de explicar qué problema se resuelve, con qué tecnología y para qué mercado.
  • Un equipo sólido: La combinación ideal incluye científicos, ingenieros y expertos en gestión, negocio y regulación.
  • Una hoja de ruta realista: Con etapas claras, plazos definidos y resultados medibles. Nadie exige rentabilidad inmediata, pero sí avances concretos en los primeros cinco años.
  • Alianzas estratégicas: Los proyectos más creíbles son los que ya colaboran con centros de investigación, proveedores industriales o potenciales clientes.
  • Aplicaciones paralelas: Muchas tecnologías desarrolladas para la fusión pueden aplicarse en otros sectores (como el calor industrial, el hidrógeno o la medicina), lo cual reduce el riesgo y abre nuevas fuentes de ingresos.

Otro aspecto clave es alinear tiempos. La ciencia necesita décadas. El capital riesgo, en cambio, suele moverse en ciclos de 5 a 10 años. Para conectar ambos mundos, se están usando modelos de financiación “por hitos”: en lugar de dar todo el dinero al principio, se liberan fondos a medida que se alcanzan metas técnicas. Esto da confianza a los inversores y obliga a los equipos a mantener el rumbo.

Este modelo ya ha funcionado en el sector espacial y ahora se aplica también en la fusión, especialmente en Estados Unidos. El Departamento de Energía ha financiado a varias startups bajo este esquema, atrayendo también inversión privada adicional.

Europa también empieza a moverse en esa dirección, con programas como Horizon Europe o GO4FUSION. Pero aún queda mucho camino por recorrer si se quiere competir con la velocidad de Asia o Norteamérica.

Cómo invertir en fusión… con sentido

La inversión que acelera la energía del futuro

Hoy hay más de 40 startups en el mundo desarrollando tecnologías de fusión. Algunas se centran en tokamaks, otras en láseres o configuraciones más innovadoras. Lo importante es que todas comparten un mismo objetivo: producir energía limpia, abundante y segura.

Estas empresas están recibiendo apoyo de fondos internacionales, grandes corporaciones tecnológicas y gobiernos. Entre las más destacadas, están compañías como Commonwealth Fusion Systems (EE. UU.), que ya ha recaudado más de 2.000 millones de dólares, con planes ambiciosos de conectar sus primeras plantas piloto a la red en los próximos diez años.

China invierte más de 1.500 millones de dólares al año en fusión. Estados Unidos también se ha posicionado como uno de los líderes globales, con casi 800 millones de dólares anuales en programas públicos y un ecosistema privado que atrae miles de millones en capital riesgo. Europa avanza, aunque a menor velocidad. En Alemania, Francia, Reino Unido y España ya se están financiando proyectos con apoyo público y privado, lo que demuestra que el interés es real y creciente.

La inversión que acelera la energía del futuro

¿Y ahora qué?

El camino hacia la energía de fusión comercial no será fácil ni rápido. Pero está en marcha. Para acelerar su desarrollo, necesitamos tres cosas:

  1. Colaboración estructurada: entre ciencia, industria, reguladores e inversores.
  2. Financiación inteligente: que combine fondos públicos, inversión privada y mecanismos como el pago por hitos.
  3. Una narrativa ambiciosa y creíble: que inspire a la sociedad, atraiga talento y dé confianza a los mercados.

Si se hace bien, la fusión puede convertirse no solo en una nueva fuente de energía, sino en el motor industrial y tecnológico del siglo XXI.

Hacia un marco regulatorio para la fusión

La fusión no es fisión. Este principio, compartido por todos los expertos del foro, debe estar en el corazón de cualquier marco regulador. Las diferencias son sustanciales: la fusión no genera reacciones en cadena, ni residuos de larga vida, y su riesgo radiológico es notablemente inferior. Ignorar esta especificidad conduce al error de aplicar modelos heredados que pueden frenar la innovación sin aportar beneficios reales en seguridad.

Regulación como motor de confianza

Un marco regulatorio claro y bien adaptado da seguridad a todos: a la ciudadanía, que quiere garantías de seguridad; a las empresas, que necesitan saber qué reglas cumplir; y a los inversores, que solo se movilizan si existe estabilidad y certidumbre. En otras palabras, sin regulación adecuada, no habrá industria de fusión.

El reto está en diseñar normas proporcionales al riesgo real, flexibles para distintos enfoques tecnológicos y basadas en resultados de seguridad más que en requisitos excesivamente rígidos. No se trata de copiar lo que existe, se trata de construir un sistema nuevo que acompañe la evolución de la fusión desde el laboratorio hasta las primeras plantas comerciales.

Regulación como motor de confianza

Una visión internacional

Otro aspecto clave es la dimensión global. La fusión es una industria internacional: los distintos componentes, el talento y las inversiones se mueven en redes mundiales. Por eso, avanzar hacia principios regulatorios comunes entre países puede acelerar enormemente el despliegue, del mismo modo que ocurre en sectores como la aviación civil.

Esto significa acordar estándares básicos que eviten duplicidades, reduzcan costes y den confianza a todos los actores sin renunciar a la soberanía nacional.

Una visión internacional

Del laboratorio a la industria

El consenso es claro: la regulación de la fusión debe evolucionar a medida que lo hace la propia tecnología. Al principio, bastará con marcos sencillos para laboratorios y prototipos; más adelante, deberán ampliarse para cubrir plantas piloto y, finalmente, plantas comerciales a gran escala. La clave está en que este crecimiento regulatorio sea gradual, colaborativo y acompañado desde el inicio por industria, administraciones y sociedad civil.

En resumen, la regulación será uno de los grandes aceleradores de la fusión. Si se hace bien, garantizará la seguridad e impulsará la confianza de inversores, atraerá talento y permitirá que esta nueva industria se despliegue con la rapidez y la escala que el planeta necesita.

Del laboratorio a la industria

Capital humano para una industria emergente

La fusión se construye con imanes, láseres, materiales avanzados, pero, sobre todo, con personas. Y aquí aparece uno de los mayores retos: formar y atraer el talento que hará posible esta nueva industria energética.

El cuello de botella del talento

Hoy, la formación especializada va muy por detrás de la inversión que está llegando al sector. La mayoría de los programas académicos siguen centrados en la investigación científica, mientras que lo que se necesita ahora son perfiles capaces de diseñar, fabricar y operar plantas de fusión. Es decir, ingenieros y técnicos con competencias prácticas, capaces de trabajar con sistemas complejos de refrigeración, materiales, robótica, inteligencia artificial o electrónica de potencia.

La escala del reto es enorme: pasar de pocos miles de especialistas a cientos de miles de profesionales en unas pocas décadas. Y no hablamos solo de físicos, sino también de operadores de planta, ingenieros de sistemas, especialistas en regulación o expertos en sostenibilidad.

El cuello de botella del talento

Innovar también en educación

La transición hacia la fusión comercial no puede apoyarse únicamente en los programas universitarios tradicionales. Será necesario construir una nueva infraestructura educativa, que combine formación académica, experiencia práctica en centros de prueba y colaboración internacional.

Esto implica repensar cómo se enseña y se entrena a los profesionales:

  • Con programas flexibles que permitan reconvertir perfiles de sectores afines, como el aeroespacial, el nuclear o el de semiconductores.
  • Con formación continua, que permita actualizar conocimientos al mismo ritmo que evoluciona la tecnología.
  • Con trayectorias adaptadas a distintos roles: desde técnicos de mantenimiento hasta gestores de proyectos regulatorios o diseñadores de nuevas plantas.
Innovar también en educación

Invertir en personas, no solo en proyectos

Igual que se financian startups o infraestructuras, es imprescindible invertir en capital humano. Sin una estrategia clara para formar y retener talento, no habrá industria de fusión. Esto significa apoyar programas educativos específicos, crear centros de formación acreditados y diseñar planes de atracción para jóvenes profesionales.

La inteligencia artificial también abre nuevas oportunidades: permitirá a los futuros especialistas analizar datos más rápido, optimizar diseños y automatizar tareas complejas.

 Invertir en personas, no solo en proyectos

Reconversión y aprendizaje continuo

La fusión no puede esperar a que se forme una nueva generación desde cero. La vía inmediata es reconvertir talento de sectores ya maduros, donde existen competencias transferibles: sistemas criogénicos, materiales avanzados, control de procesos o fabricación de componentes de alta precisión.

A largo plazo, el éxito dependerá de un ecosistema educativo ágil y global, capaz de actualizar competencias de manera continua y de crear trayectorias profesionales atractivas para miles de personas. Porque si algo queda claro es que sin talento no habrá fusión.

Conclusiones y recomendaciones

La energía de fusión ya no es ciencia ficción: es una industria en gestación que puede transformar nuestro sistema energético y reforzar la competitividad de Europa. Los avances recientes marcan un punto de inflexión: ahora toca acelerar su paso a escala industrial.

Desde la Fundación Innovación Bankinter, en base a las aportaciones de los expertos, identificamos cinco ejes estratégicos para actuar de inmediato:

  1. Tecnología – El gran reto es pasar del laboratorio al mundo real. Necesitamos dispositivos completos que integren todos los sistemas, bancos de prueba para materiales y una cadena de suministro capaz de producir a escala.
  2. Inversión y colaboración – La fusión exige capital a gran escala y alianzas sólidas entre lo público y lo privado. Europa debe apostar por modelos de financiación ambiciosos, con hitos verificables y hubs industriales que atraigan empresas y startups.
  3. Talento – El cuello de botella será humano. Harán falta decenas de miles de ingenieros, técnicos y operadores. Hay que lanzar programas de reconversión desde sectores afines y crear una hoja de ruta educativa global que combine formación académica y experiencia práctica.
  4. Regulación – La fusión no es fisión. Se requieren marcos específicos, proporcionales a los riesgos reales y armonizados a nivel internacional, que aporten certidumbre y reduzcan costes de entrada.
  5. Comunicación – La sociedad aún desconoce qué es la fusión y por qué es diferente de la fisión. Una narrativa clara, honesta y cercana es clave para generar confianza, movilizar talento e inversión y asegurar licencia social.

Europa y España cuentan con ventajas iniciales -proyectos de referencia, centros de excelencia y un ecosistema industrial emergente-, pero estas no son estructurales ni garantizadas. La oportunidad está abierta, pero también lo está la carrera global.

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