Los biohacklabs y las plataformas de biología sintética comunitaria están democratizando un sector que antes estaba restringido a universidades y multinacionales.
Hasta hace poco, la biotecnología era un dominio reservado a universidades, centros de investigación punteros y multinacionales. Montar un laboratorio de biología molecular implicaba inversiones millonarias en equipamiento y un acceso restringido a una élite de científicos. Hoy, sin embargo, este panorama está cambiando. Los biohacklabs y las plataformas de biología sintética comunitaria están democratizando el acceso a la biotecnología, acercándola a estudiantes y emprendedores que encuentran en estos entornos un lugar para experimentar, aprender y emprender.
El MIT Technology Review identifica la biología sintética como una de las tecnologías con mayor impacto de la década. Diversos informes de mercado estiman que el sector crecerá de casi 20 mil millones de dólares en 2025 a cerca de 50 mil millones en 2030. El Future Trends Forum Salud de la Fundación Innovación Bankinter también sitúa este campo entre las grandes palancas de innovación de la próxima década.
Laboratorios comunitarios y biología abierta
La red DIYbio, creada en 2008, es uno de los referentes del movimiento de biología ciudadana. Su objetivo es dar acceso abierto a la biotecnología y fomentar prácticas seguras y responsables en comunidades de aficionados y emprendedores. Asociaciones y laboratorios comunitarios en ciudades europeas y latinoamericanas han puesto a disposición de sus miembros equipos de PCR, kits de edición genética o microscopios de bajo coste.
Iniciativas como Hackteria, con base en Suiza, o colectivos como Laboratorio Vivo en México demuestran que esta tendencia se expande en distintos contextos culturales. A esto se añaden también los llamados cloud labs, que permiten acceder de manera remota a robots de pipeteo como Opentrons OT-2, secuenciadores o sintetizadores de ADN, reduciendo aún más las barreras de entrada. El resultado es un ecosistema distribuido en el que un estudiante o un emprendedor puede diseñar experimentos de biología sintética sin necesidad de disponer de un laboratorio propio.
Ese ecosistema se apoya en una caída real de barreras de acceso. Instrumentos que antes eran prohibitivos hoy están a precio de aula, lo que acerca flujos de trabajo profesionales a laboratorios de bajo presupuesto. Y, cuando no se dispone de espacio físico, los cloud labs permiten diseñar y ejecutar experimentos en remoto con instrumentación avanzada.
Un ejemplo consolidado en Europa es la BioHack Academy del laboratorio abierto Waag (Ámsterdam), que en su edición 2025 continúa formando a participantes en la construcción de equipamiento con hardware abierto y en el manejo de un wetlab accesible. El programa abarca desde técnicas básicas hasta proyectos de biomateriales, y con el tiempo se ha expandido como una red internacional de aprendizaje práctico.
La lógica de “hacer más con menos” no solo reduce costes, también orienta los prototipos hacia un uso ciudadano. El proyecto PlomBOX es un buen ejemplo: un biosensor de plomo de bajo presupuesto concebido para acercar la detección de contaminantes al ámbito de la ciencia ciudadana. Su propuesta demuestra que la biología sintética puede traducirse en dispositivos accesibles sin renunciar a la fiabilidad y la trazabilidad experimental.
Ese camino de accesibilidad a impacto se observa también cuando los prototipos y el talento formado en entornos abiertos encuentran tracción de mercado. En España, la barcelonesa Dan*na (Artificial Nature, S.L.) anunció en octubre de 2025 el salto a la producción industrial de su bioplástico PLH —copoliéster biobasado con patente mundial— tras validar el escalado en el Parc Científic de Barcelona. Aunque no nace de un biohacklab comunitario, el caso muestra cómo un ecosistema con costes decrecientes, talento distribuido y redes abiertas acelera la traducción de biomateriales hacia aplicaciones reales.
Riesgos y dilemas éticos
La democratización de la biotecnología, sin embargo, no está exenta de riesgos. Por ejemplo, el acceso abierto a herramientas de edición genética como CRISPR plantea la posibilidad de que se manipulen organismos sin las medidas de bioseguridad necesarias. La ONU, en un informe reciente, advierte de que la biología sintética puede acelerar avances en salud, energía y medioambiente, pero requiere marcos de gobernanza sólidos para evitar usos indebidos o accidentes.
El mismo informe enfatiza la necesidad de establecer protocolos de bioseguridad y trazabilidad incluso en entornos comunitarios. Las propias comunidades, de hecho, son conscientes de este dilema. DIYbio, por ejemplo, adoptó un código de buenas prácticas que exige a los participantes formación básica en bioseguridad antes de acceder a los laboratorios. Es una forma de autorregulación que busca equilibrar la apertura con la responsabilidad.
La biotecnología distribuida no sustituirá a los grandes centros de investigación, pero sí puede convertirse en un complemento fundamental. Los biohacklabs son espacios de prototipado rápido, educación y exploración que pueden nutrir el ecosistema de innovación con ideas frescas y talento emergente. Algunas de esas ideas llegarán a incubadoras, aceleradoras o fondos de inversión especializados, donde podrán crecer hasta convertirse en startups consolidadas.
Fomentar la conexión entre laboratorios comunitarios y programas de emprendimiento como ocurre en Inspiratech de la Fundación Innovación Bankinter es la clave para acelerar nuevas soluciones en salud, sostenibilidad o alimentación. Y al mismo tiempo, integrar desde el inicio protocolos de gobernanza y ética asegura que la innovación se canalice hacia impactos positivos.
La biología sintética está llamada a ser una de las grandes transformaciones tecnológicas de la década. Y puede que los líderes de esa transformación no provengan solo de universidades o multinacionales, sino también de garajes, espacios comunitarios o startups surgidas de la colaboración abierta. La pregunta interesante ya no es únicamente qué innovaciones veremos, sino quién las llevará adelante, bajo qué valores y con qué responsabilidades.