Ciberseguridad cuántica: cómo la QKD redefine la protección de datos

Ciberseguridad cuántica: cómo la QKD redefine la protección de datos

De los laboratorios a las redes críticas, la criptografía basada en los qubits pasa de promesa teórica a pieza clave en la defensa digital de gobiernos, bancos y empresas.

En Davos, el Foro Económico Mundial de 2024 advirtió que la irrupción de la computación cuántica podría convertirse en un cisne negro para la seguridad digital global. La razón es clara: muchos de los algoritmos que hoy blindan nuestras transacciones bancarias, comunicaciones diplomáticas o historiales médicos quedarían expuestos en el momento en que un ordenador cuántico operativo alcanzara la escala suficiente. Lo que hasta hace poco parecía un escenario lejano, empieza a planear sobre un horizonte de apenas dos o tres décadas. Frente a ese riesgo, la criptografía cuántica aparece ya no solo como experimento de laboratorio, sino como un escudo que empieza a probarse en redes críticas.

Uno de sus padres fundadores, el físico y criptólogo anglo-polaco, profesor en Oxford y miembro del Think Tank de la Fundación Innovación Bankinter, Artur Ekert, explica la cuestión con precisión técnica: «La distribución cuántica de claves es un método seguro para generar secuencias secretas de bits aleatorios entre un emisor y un receptor. Son la materia prima de cualquier comunicación segura, y no conocemos una forma clásica de producirlas sin riesgo de interceptación. Por eso, la física cuántica vino al rescate».

Desde los años 70 del siglo pasado, la seguridad en internet se apoya en algoritmos de clave pública como RSA, ECC o Diffie-Hellman. Su fortaleza descansa en problemas matemáticos complejos —factorización de enteros, logaritmos discretos— que ningún ordenador convencional puede resolver en tiempos prácticos. Pero esa dificultad se desvanece con los algoritmos cuánticos: ya en 1994 el algoritmo de Shordemostró que, en teoría, un ordenador cuántico suficientemente potente podría romper esas protecciones en cuestión de horas.

Los plazos son inciertos. Algunos expertos hablan de 20 o 30 años, otros apuntan a horizontes más cortos si la escalada de inversiones de gigantes como Google, IBM o los programas estatales chinos se acelera. Lo indiscutible es que el riesgo ya figura en las agendas de gobiernos y bancos centrales. Y la respuesta se bifurca en dos caminos complementarios: por un lado, la criptografía post-cuántica (PQC), algoritmos matemáticos resistentes a ataques cuánticos; por otro, la distribución cuántica de claves (QKD), que se apoya en leyes físicas en lugar de en supuestos matemáticos.

QKD: de la teoría al despliegue

La idea detrás de la QKD es conceptualmente muy elegante: utilizar fenómenos como el entrelazamiento y el principio de incertidumbre para que cualquier intento de interceptar la clave deje huella. Si un intruso intenta leer los fotones que viajan por una fibra o desde un satélite, altera irremediablemente el estado cuántico. Esa alteración es detectable, y la comunicación se invalida. Así, los interlocutores pueden estar seguros de que su clave es realmente secreta.

Ekert, que fue co-inventor de este enfoque en los años 90, se reafirma: «Aprovechando fenómenos cuánticos como el entrelazamiento y la incertidumbre, diseñamos protocolos que permiten crear claves imposibles de interceptar sin ser detectadas». Ahora bien, lo que entonces era pura física teórica, hoy se ha transformado en un mercado incipiente. Empresas en Europa y Asia ya ofrecen servicios de comunicación cuántica segura, con fotones distribuidos por fibra óptica en redes locales o a través de satélites para cubrir distancias de miles de kilómetros.

China ha liderado el camino con el satélite Micius, que en 2017 estableció el primer enlace QKD intercontinental entre Pekín y Viena. Singapur lanzó en 2022 su National Quantum-Safe Network (NQSN+), que conecta instituciones financieras con canales cuánticos. Y en Europa, la Comisión impulsa el programa EuroQCI (Quantum Communication Infrastructure), que desplegará una red paneuropea de QKD combinada con satélites del programa Galileo.

En el sector privado también se multiplican las pruebas. En Londres, HSBC, BT y Toshiba ensayaron en 2022 la transmisión de datos financieros a través de un canal cuántico. En España, Telefónica y la Universidad Politécnica de Madrid han trabajado en el proyecto Q-Secure Net, orientado a fintech, blockchain e IoT. Con toda evidencia, la QKD ya no es un concepto de laboratorio, sino un terreno de experimentación con actores industriales.

Sin embargo, no es una panacea. En efecto, los sistemas QKD actuales requieren hardware especializado —fuentes de fotones, detectores sensibles, fibras de alta calidad— y están limitados en distancia y velocidad. Los costes son elevados y la falta de estándares complica su integración. En este sentido, la Agencia de la Unión Europea para la Ciberseguridad (ENISA) advierte que la QKD debe convivir con la criptografía post-cuántica en un marco híbrido, para evitar soluciones fragmentadas.

Ekert lo plantea de manera clara: «La ciberseguridad del futuro dependerá de un híbrido de métodos clásicos y cuánticos. El componente cuántico será indispensable con la llegada de nuevas tecnologías, pero no reemplazará las herramientas que los criptógrafos han refinado durante décadas». El NIST(National Institute of Standards and Technology) estadounidense ya ha seleccionado cuatro algoritmos post-cuánticos (Kyber, Dilithium, Falcon, Sphincs+) que se convertirán en estándar en los próximos años. La transición global será gradual: primero hacia soluciones híbridas, y más tarde a un ecosistema donde QKD y PQC se repartan ámbitos de aplicación.

Aplicaciones estratégicas de la ciberseguridad cuántica

Hoy, la QKD se emplea sobre todo en escenarios de comunicación punto a punto de alta sensibilidad: sincronizar data centers en sectores financieros, proteger enlaces diplomáticos o asegurar nodos militares. Pero se vislumbra un futuro más amplio que Ekert anticipa así: «Estos escenarios evolucionarán con nuevos protocolos y capacidades tecnológicas. Al final, tanto los métodos cuánticos como los post-cuánticos servirán no solo a instituciones, sino también a usuarios cotidianos».

La Unión Europea confía en que su red EuroQCI sirva para proteger infraestructuras críticas —desde aeropuertos hasta hospitales— frente a amenazas de espionaje o sabotaje. En Asia, Corea del Sur y Japón también han invertido en redes piloto para banca y telecomunicaciones. Y en paralelo, varias startups trabajan en integrar la QKD en blockchain o en sistemas de votación electrónica.

El impacto potencial es enorme: BloombergNEF estima que el coste del almacenamiento energético de larga duración caerá a 50–100 $/MWh en 2030, un ejemplo de cómo la escala reduce costes en tecnologías emergentes. En ciberseguridad, algo similar podría ocurrir con la QKD a medida que crezca su adopción, con un mercado de servicios cuánticos que podría superar los 20.000 millones de dólares en 2035, según Allied Market Research.

Eso sí, la narrativa cuántica tiene siempre un reverso. Los mismos ordenadores que prometen avances en química, logística o inteligencia artificial pueden destruir la criptografía actual. Ekert lo reconoce sin ambages: «La tecnología cuántica es una espada de doble filo: mientras los ordenadores cuánticos pueden quebrar muchos esquemas clásicos, la criptografía cuántica ofrece formas de cifrado que ni siquiera ellos pueden romper».

La paradoja es que el éxito de la QKD depende, en parte, de la amenaza que plantea la computación cuántica. Cuanto más cerca estemos de un “día cero” criptográfico, más urgente será desplegar soluciones físicas y matemáticas que garanticen la privacidad de nuestras comunicaciones. ¿Estamos ante un futuro donde cada ciudadano use criptografía cuántica en su teléfono? Probablemente no, al menos a corto plazo. La QKD seguirá siendo, durante años, un recurso limitado a gobiernos, bancos y grandes corporaciones. Pero su desarrollo está marcando un camino que otras tecnologías seguirán. De hecho, las inversiones públicas y privadas muestran quela ciberseguridad cuántica ya no es ciencia ficción.

La lección que deja Artur Ekert es que la seguridad digital del futuro no se construirá con un único ladrillo. Será un mosaico híbrido, donde la QKD aporte un blindaje físico inviolable y la post-quantum cryptography amplíe la robustez matemática. En ese equilibrio se jugará la próxima década de innovación en ciberseguridad. Como concluye el propio físico: «Necesitaremos la criptografía cuántica en la inminente era cuántica. Pero no sustituirá a lo clásico: lo complementará, creando un sistema más robusto para proteger la privacidad en los años por venir».

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