Desarrollo Económico

Economía colaborativa: valor tecnológico y humano al alza

Economía colaborativa: valor tecnológico y humano al alza

La digitalización ha favorecido el nacimiento de nuevos modelos económicos, donde la innovación busca poner a las personas en el centro.

A pesar de algunos signos de retirada, la globalización ha marcado nuestros últimos treinta años. El comercio y los servicios aprovecharon el progreso tecnológico y, en particular, la digitalización para expandirse y crear nuevos modelos de negocio que a principios de milenio tomaron el nombre de nueva economía. Sin embargo, tras la crisis financiera de 2008, la euforia dio paso a soluciones que buscaban anteponer la sostenibilidad económica y social a los beneficios: nació la economía colaborativa.

El éxito de la economía colaborativa se basa en las conexiones entre personas facilitadas por la tecnología. Un cambio que parte de las necesidades reales de los consumidores y ofrece una respuesta alternativa a los paradigmas económicos tradicionales. Esta utopía floreció en el caldo de cultivo tecnológico de Silicon Valley y fue habilitada por la amplia difusión de los smartphones y las aplicaciones.

En pocos años, la economía colaborativa llegó a conquistar grandes porciones de diferentes mercados, pasando de ser un conjunto de plataformas para servicios compartidos entre personas a una fuente de nuevos oligopolios. De hecho, pequeñas startups muy disruptivas lograron convertirse rápidamente en gigantes globales, capaces de revolucionar sectores enteros: desde el transporte hasta la industria hotelera.

No obstante, aunque la filantropía y el igualitarismo iniciales dieron paso a estos gigantes verticales que imponen sus propias reglas al mercado, generando enormes beneficios para los accionistas, todavía hay quienes creen en la idea original. Son personas que intentan poner la tecnología al servicio de las personas, para acercarlas y convertirlas en un sujeto activo y no sólo pasivo de la economía.

Es lo que propone, por ejemplo, el llamado platform cooperativism, un movimiento que intenta construir un sistema donde los beneficios generados por las plataformas se repartan por igual entre todos los miembros. Es decir, es como si todos los conductores de Uber o los anfitriones de Airbnb del mundo compartieran las ganancias bursátiles de esos gigantes. Por su parte, la organización OuiShare aspira a crear conexiones, proyectos y colaboraciones sociales reuniendo a personas de diferentes orígenes, animándolas a compartir conocimientos, herramientas e inspiraciones.

Si miramos los datos, la economía colaborativa sigue creciendo y, según las previsiones, en 2025 facturará unos 300.000 millones de euros. Eso sí, con toda probabilidad no será la misma realidad que hemos conocido en los últimos diez años. De hecho, el desarrollo de algunas tecnologías podría acercar un poco el sueño de los pioneros de la ‘sharing economy’.

Desde el principio, la tecnología fue la clave para la adopción de este modelo. Las empresas ya llevan tiempo utilizando sistemas de posicionamiento global (GPS), análisis de datos e inteligencia artificial (IA) para conectar a los usuarios en tiempo real y ofrecer un servicio personalizado. La expansión de la tecnología móvil, la nube y el Big Data han estimulado el ascenso de los actuales campeones de la economía colaborativa.

Airbnb ha desarrollado una técnica para los anuncios integrados que saca los datos de las sesiones de búsqueda de los usuarios, para así ofrecerles recomendaciones a medida. Por su parte, Uber y Lyft utilizan la inteligencia artificial para decidir precios, ofrecer descuentos y seleccionar las rutas más directas. Sin embargo, podríamos estar cerca de un nuevo cambio, que sin duda tendría un efecto directo en las personas y en el mundo en el que vivimos.

Para devolver la centralidad originaria a las personas, las mayores esperanzas están puestas en el blockchain. De hecho, esta tecnología tieneel potencial para introducir un nuevo modelo de negocio descentralizado en el que las aplicaciones ya no tengan que distribuirse en un servidor propietario, sino que puedan ejecutarse en una red peer-to-peer (P2P), eliminando la necesidad de intermediarios.

Por ejemplo, Open Bazaar permite la compraventa de bienes sin que otros operadores alojen los datos y cobren por las transacciones. De manera similar, LaZooz y ArcadeCity son plataformas de propiedad comunitaria que utilizan la tecnología blockchain para ofrecer un servicio de car-sharing. DTravel es, en cambio, una especie de Airbnb descentralizado. Hay que decir que, si bien el blockchain tiene el potencial para revolucionar la economía colaborativa, su impacto hasta la fecha ha sido minoritario. Los obstáculos técnicos siguen siendo considerables, pero los soñadores no están acostumbrados a ponerse límites.

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