Inteligencia artificial

El Valle Inquietante: explorando la relación entre humanos y robots 

El Valle Inquietante: explorando la relación entre humanos y robots 

Esta famosa teoría sugiere que los robots no pueden asemejarse demasiado a los humanos si no quieren provocar rechazo, lo cual tiene implicaciones en el diseño robótico

En 1970, el profesor japonés Masahiro Mori formuló una hipótesis que revolucionaría la comprensión de cómo los humanos perciben a los robots y a las figuras animadas. Su teoría, conocida como ‘el Valle Inquietante’ (The Uncanny Valley), sostiene que, a medida que los robots y los personajes artificiales se asemejan más a los humanos, nuestras reacciones hacia ellos se vuelven más positivas, hasta que alcanzan un punto de semejanza casi humano que entonces provoca incomodidad y rechazo. Este fenómeno tiene profundas implicaciones para el diseño de robots, la psicología humana y la aceptación de la tecnología en la sociedad moderna.  

Mori propuso que las reacciones humanas hacia los objetos artificiales están determinadas por dos factores clave: su grado de similitud con los humanos y la sensación de familiaridad que evocan. Inicialmente, a medida que un robot o una figura animada adquiere características humanas, aumenta nuestra empatía hacia ellos. Sin embargo, cuando alcanzan un nivel de semejanza que roza lo humano sin llegar a ser completamente indistinguibles, nuestra percepción cambia drásticamente: en lugar de encontrar estas figuras atractivas, las consideramos extrañas o incluso perturbadoras. 

La teoría del Valle Inquietante ha sido corroborada y refinada a lo largo de los años mediante diversos estudios. En 2011, un equipo de la Universidad de San Diego realizó un experimento para evaluar las respuestas cerebrales frente a tres figuras: un robot no humanoide, un androide con apariencia humana y un ser humano real. Con la resonancia magnética funcional, los investigadores encontraron que el androide provocaba una activación significativa en regiones del cerebro asociadas con la disonancia cognitiva. Mientras que los robots y los humanos generaban respuestas predecibles, los androides desencadenaban emociones de incomodidad debido a la discrepancia entre su apariencia humana y su comportamiento robótico. 

La explicación puede encontrarse en factores culturales y religiosos, y ahora que la robótica es una de las fronteras más avanzadas de la tecnología, esto puede representar un problema significativo que abre la puerta a diversas preguntas. Por ejemplo, ¿cuál debe ser el aspecto de un robot? ¿Debe ser bonito, útil o parecido a nosotros? ¿Qué debe guiar la creación de un autómata? ¿Es realmente tan importante un cuerpo reconocible? 

Implicaciones en el diseño robótico 

La controvertida hipótesis del Valle Inquietante ha fascinado a los magos japoneses de la robótica como Hiroshi Ishiguro, quien ha trabajado extensamente en la creación de androides con un alto grado de similitud humana. Ishiguro incluso desarrolló un gemelo robótico que puede asistir a conferencias en su lugar, planteando preguntas filosóficas sobre la identidad y la extensión de uno mismo a través de máquinas. Aunque su gemelo androide demuestra las posibilidades ofrecidas por la tecnología, también subraya la necesidad de equilibrar el realismo con la aceptación emocional. 

En los últimos años, hemos visto aumentar la interacción con tecnología basada en inteligencia artificial, desde asistentes virtuales como Alexa y Siri hasta robots sociales. En Corea del Sur, el político Yoon Suk-yeol utilizó un avatar digital generado por técnicas de deepfake durante su campaña electoral, marcando un hito en el uso de robots y simulaciones en la esfera pública. Si bien estos avances muestran cómo los robots pueden integrarse en nuestras vidas, también plantean preocupaciones éticas y psicológicas y uno de los mayores desafíos para los diseñadores de robots es precisamente evitar caer en el Valle Inquietante. 

En este sentido, algunos investigadores proponen que el diseño deliberadamente no humanoide puede ser una solución efectiva. Por ejemplo, las prótesis robóticas que enfatizan su funcionalidad en lugar de intentar imitar la apariencia humana tienden a ser más aceptadas, y este mismo principio también se aplica a los asistentes virtuales y los callbots, donde una voz claramente artificial pero eficiente puede ser preferible a una que intente sonar humana y falle en el intento. 

Diseños funcionales 

El debate sigue abierto y Jerry Kaplan, experto en inteligencia artificial y docente en la Universidad de Stanford, argumenta que los robots humanoides son necesarios para entender mejor cómo interactúan las máquinas en entornos sociales y físicos. Sin embargo, también advierte que intentar replicar completamente las cualidades humanas puede ser un esfuerzo innecesario. En lugar de buscar crear máquinas que sean indistinguibles de los humanos, Kaplan sugiere centrarse en diseños que se adapten funcional y emocionalmente a los entornos en los que operan

El próximo informe Future Trends Forum de la Fundación Innovación Bankinter, entre otras cosas, intentará construir un enfoque renovado sobre cómo la sociedad puede superar los desafíos del Valle Inquietante. Sin duda, una de las propuestas clave es aumentar la educación y la comprensión sobre cómo funcionan los robots y las inteligencias artificiales. De hecho, cuanto más familiarizados estemos con estas tecnologías, menos probabilidad habrá de que desencadenen respuestas negativas. 

Ya se está investigando cómo modificar las expectativas humanas para reducir la disonancia cognitiva. Por ejemplo, proporcionar voces más naturales o diseñar interfaces que comuniquen claramente las capacidades y limitaciones de los robots podría ayudar a aplanar la curva del Valle Inquietante. Además, debemos tener en cuenta que desde el año en que se desarrolló la teoría de Mori, en 1970, hemos experimentado una notable evolución y familiaridad en el campo de la tecnología. Por lo tanto, existe la posibilidad de que esta curva ya se haya aplanado e incluso que tienda a desaparecer. 

No obstante, la teoría sigue siendo importante para comprender la relación entre humanos y robots. Aunque plantea desafíos significativos para el diseño y la aceptación de la tecnología, también ofrece una hoja de ruta para desarrollar máquinas que no solo sean funcionales, sino también emocionalmente compatibles con los humanos. Con avances en la educación, el diseño y la tecnología, podemos imaginar un futuro donde los robots no sean vistos con recelo, sino como una extensión natural y bienvenida de nuestras capacidades humanas. 

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