¿Podría cambiar el mundo digital tal como lo conocemos? Hacia un internet fraccionado

Frente a las tensiones internacionales la red cambia hacia un modelo más segmentado, abriendo muchos interrogantes sobre el futuro de una red abierta y global.
Durante décadas, las tecnologías e internet han representado una fuerza capaz de unir a pueblos y naciones, facilitar las comunicaciones y derribar barreras culturales y geográficas. Sin embargo, las crecientes tensiones geopolíticas han marcado un vuelco. El término ‘decoupling‘, palabra del año 2019 para el Financial Times, significa literalmente desacoplamiento, y, en el ámbito digital, se aplica a la progresiva separación tecnológica entre EE. UU. y China. Entre sus consecuencias está el ‘splinternet’, el internet fraccionado.
Los momentos clave en el decoupling tecnológico entre Estados Unidos y China van de la decisión de la administración Trump, en enero de 2018, de prohibir las ventas de tecnologías estadounidenses a Huawei, a la de vetar a la misma empresa china y a sus proveedores de las futuras redes 5G estadounidenses en mayo de 2019, medida nunca revocada por la administración Biden.
En agosto de 2020, el expresidente Trump prohibió también todas las transacciones con ByteDance y Tencent, empresas chinas propietarias de TikTok y WeChat respectivamente. El embargo de Estados Unidos a la entrega de semiconductores a China, una de las principales causas de la crisis mundial en el mercado de los chips, obligó al país asiático a tomar conciencia de la necesidad de adquirir una autonomía estratégica en el terreno tecnológico.
En febrero de 2021, China anunció que ralentizaría las exportaciones de tierras raras, de las que posee alrededor del 80 % del mercado. Mientras tanto, se está gestando una batalla entre las dos potencias por el control de la cadena de suministro de las baterías utilizadas en los vehículos eléctricos. Finalmente, el Congreso de los EE. UU. ha delineado un paquete de incentivos fiscales para promover la construcción de plantas de fabricación de microchips en suelo estadounidense, lo que condujo a la promulgación del CHIPS and Science Act.
Esta tendencia a la desglobalización es cada vez más marcada e involucra no solo materias primas y hardware, sino también software. Rusia considera Facebook e Instagram “organizaciones terroristas”. Twitter también está bloqueado y la única red social, entre las grandes, a la que se puede acceder desde el país es TikTok. Tampoco es algo nuevo. En 2010, Google fue bloqueado en China, donde Facebook, Instagram y WhatsApp no son oficialmente accesibles, mientras que existe una constelación de plataformas (desde WeChat hasta Baidu) con una penetración reducida más allá de sus fronteras.
Detrás de lo que The Economist ha definido una “contrarrevolución virtual”, hay diversas motivaciones que buscan su legitimidad principalmente en cuestiones políticas, religiosas, comerciales y de seguridad nacional. Si ha habido distintas versiones de apps y diferentes normas sobre la gestión de datos, hasta ahora todos los países han utilizado la misma tecnología. En cambio, se vislumbra también la fragmentación de la red global en un internet fraccionado formado por varias redes nacionales o regionales, que no se comunican entre sí, operan utilizando tecnologías incompatibles y están gobernadas por diferentes organismos.
Según Qlik, una empresa que opera en el campo de la gestión y alfabetización de datos, el mundo multipolar impactará en la red a partir de su infraestructura técnica (desacoplamiento tecnológico, multi nube, hiperconectividad, Web3), para luego tocar aspectos regulatorios y legislativos como la privacidad, la libertad de inversión de los Venture Capital, la falta de competencias en la fuerza laboral y las consecuencias negativas en las cadenas de suministro globales.
Lo cierto es que todo lo que consideramos virtual tiene bases muy materiales: minas, fábricas, chips, baterías, centros de almacenamiento y refinación, robots, cables submarinos, satélites, laboratorios, cadenas logísticas. Esta dimensión material predominante de la tecnología explica la tendencia hacia el enfoque de seguridad de países que ya no se perciben solo como adversarios, sino como enemigos.