Neurociencia

¿Por qué necesitamos un mapa del cerebro? 

¿Por qué necesitamos un mapa del cerebro? 

Comprender cómo se conectan las neuronas y para qué sirven esas conexiones puede ayudarnos a alcanzar logros asombrosos.

Desde que Ramón y Cajal se empezó a interesar por este órgano tan importante como desconocido, científicos de todo el mundo han tratado de dar con una definición de cerebro, más allá de la que dan los diccionarios. Un desafío que se mantiene un siglo después.  

Por qué hace falta un mapa del cerebro 

La razón de tanto esfuerzo es que conocer mejor nuestro cerebro nos puede llevar a franquear puertas que ni siquiera soñábamos con abrir. No hay más que echar un vistazo al informe sobre Neurociencia de Fundación Innovación Bankinter: los avances en neurociencia pueden ayudarnos no solo a conocernos mejor, sino a mejorar nuestras propias capacidades intelectuales, curar enfermedades o incluso conectar nuestro cerebro con máquinas

A la hora de explorar un territorio ignoto y complejo como el cerebro, hace falta un mapa. Si queremos desbloquear todos esos logros, debemos saber cómo se organiza. No basta con conocer sus células: es vital conocer sus conexiones para saber cómo funcionan. Solo así seremos capaces de esbozar una definición de cerebro completa y abrir esas puertas que todavía se nos resisten. 

Así lo entiende el experto de Future Trends Forum Alex Fornito: “Mapear el cerebro nos ofrece muchas oportunidades para entender qué ocurre dentro de él”. Según explica, el uso de tecnología de mapeo del cerebro nos permite averiguar no solo cómo el cerebro entiende el mundo que lo rodea, sino también a comprender qué ocurre en trastornos cerebrales. “Por ejemplo, qué áreas están involucradas en el Alzheimer o qué cambios cerebrales son recurrentes en el caso de enfermedades mentales como la depresión o la esquizofrenia”, aclara. 

Cerebro de mosquita (de la fruta) 

El cerebro es un órgano especialmente complejo. Por eso se nos resiste tanto dar con una definición de cerebro exhaustiva. 

Tan complejo es este órgano, que uno de los pocos que se han conseguido mapear hasta ahora —y solo parcialmente— es el de la mosca de la fruta, que tiene el tamaño de una semilla de amapola.  

Pese a su tamaño minúsculo, entender el cableado de una pequeña parte de ese cerebro ha requerido el trabajo de años de varios científicos y el apoyo de Google con herramientas de big data y algoritmos avanzados de machine learning. Gracias a ello, hoy contamos con el mapa más grande de alta resolución de la conectividad cerebral de un animal. 

No conviene dejarse engañar por el tamaño del sujeto de estudio: el conectoma de la mosca de la fruta analizado incluye unas 25.000 neuronas y unos 20 millones de sinapsis.  

Gracias al conocimiento de su cableado, los investigadores han descubierto qué conexiones neuronales permiten a las moscas, por ejemplo, abandonar un alimento para irse a buscar otro. Y, si los resultados de la búsqueda no les satisfacen, volver al lugar inicial. Esto implica la capacidad de la mosca de conocer la orientación de su cuerpo, anticipar la dirección de un futuro vuelo, calcular dónde está su próximo objetivo y moverse en esa dirección. 

¿Por qué debería interesarnos cómo decide una mosca volar de un lugar a otro? Porque su cerebro lleva a cabo algunas tareas básicas que los humanos también hacemos. Por eso, saber cómo influyen las conexiones neuronales en esas capacidades puede orientarnos a la hora de conocer mejor nuestro propio cerebro. 

Avances en la organización del cerebro humano 

En paralelo a las investigaciones minuciosas en los cerebros de pequeños insectos, los científicos estudian también la organización de los nuestros. Ya hay algunos resultados prometedores sobre áreas cerebrales cuya intervención en ciertas capacidades cognitivas se desconocía hasta ahora. 

Este ha sido uno de los hallazgos del proyecto Human Brain Project de la Unión Europea. Concretamente, los investigadores que forman parte de él han identificado seis nuevas áreas que forman una región funcional con un papel crucial en funciones cognitivas del córtex prefrontal lateral. Están relacionadas con la memoria de trabajo, el lenguaje y el procesamiento musical, o la atención entre otras. 

La importancia del hallazgo tiene que ver, en este caso, con prestar atención a una zona que, hasta ahora, no la recibía. Gracias a ello, se ha cambiado la manera de entender cómo funciona un área tan importante como la corteza prefrontal, clave para nuestra cognición, nuestras emociones y nuestra conducta. 

Poco a poco, las puertas se van abriendo y vamos completando esa definición de cerebro exhaustiva que llevamos buscando más de un siglo. La tecnología y los avances en neurociencia son las llaves que necesitamos. 

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