Biotecnologia

“¡Qué mono!” ¿Es bueno que los robots tengan apariencia humana?

“¡Qué mono!” ¿Es bueno que los robots tengan apariencia humana?

Los avances de la robótica plantean importantes interrogantes éticos sobre la oportunidad de apostar por la opción humanoide.

Desde los autómatas accionados por agua de la Grecia clásica y las muñecas mecánicas del antiguo Japón, pasando por los robots de relojería franceses, hasta los humanoides contemporáneos, el deseo de los humanos de replicarse en forma artificial se remonta a mucho tiempo atrás.

La investigación sobre la Inteligencia Artificial (IA), con su promesa de crear máquinas capaces de exhibir comportamientos que parezcan inteligentes, en el sentido de simular la inteligencia humana, desde hace tiempo se une a la perspectiva de presentarse con características estéticas y cinéticas humanoides. Uno de los primeros ejemplos de este esfuerzo es ASIMO, un robot desarrollado por la empresa japonesa Honda, que puede caminar, correr, bailar, subir escaleras e incluso jugar al fútbol, ​​pero también reconoce rostros y voces y sigue objetos en movimiento.

Sophia, desarrollada por Hanson Robotics, además de hablar, pedir deseos y recordar el pasado, tiene un rostro femenino, capaz de simular 62 expresiones faciales diferentes. Para generar algunos de sus rasgos, los creadores se inspiraron en Audrey Hepburn. Gracias al software de inteligencia artificial, sus habilidades dialécticas mejoran con la interacción y puede recordar el contenido de conversaciones anteriores.

Una empresa con sede en el Reino Unido, Engineered Arts, ha desarrollado un robot llamado Ameca, capaz de imitar un aluvión de expresiones humanas en unos pocos segundos. Además, el robot puede incluso expresar asombro y otros sentimientos típicos de las personas. La humanización de los nuevos androides avanza con extraordinaria rapidez y ha suscitado algunas dudas, ya que podría crear confusión entre lo natural y lo artificial.

Actualmente, el conjunto de la robótica antropomórfica incluye tanto la robótica industrial como la humanoide: a la primera pertenecen todos aquellos robots que imitan capacidades humanas -como los brazos mecánicos- mientras que en el segundo caso se trata de máquinas con rasgos humanos. Si es cierto que los robots industriales pueden realizar perfectamente las acciones de ayuda y colaboración a la actividad humana para las que fueron diseñados, ¿de qué sirve dotarlos de una apariencia humanoide?

Aitor Toichoa Eyam, investigador de interfaz humano-máquina en la universidad finlandesa de Tampere, considera que “a la hora de diseñar robots que van a tener una interacción directa con humanos, es importante que tengamos en cuenta la hipótesis del ‘Uncanny Valley(Valle Inquietante). Esta teoría relaciona el grado de semejanza de un robot a un humano con la valencia de la respuesta emocional al mismo. De tal forma que, si el robot se parece a un humano, pero con ciertas características imperfectas, puede generar rechazo”.

En otras palabras, el nivel de familiaridad y placer asociado con la interacción de las personas con un objeto crece cuanto más adopta formas y caracteres humanos. Sin embargo, más allá de cierto umbral, evidentemente arbitrario, la antropomorfización nos asusta. En todo caso, el experto argumenta que “es importante que los robots que entren en ámbitos como hospitales, enseñanza, entre otros, tengan un aspecto que resulte cercano y confiable para las personas con las que van a interactuar. Esto beneficiará la interacción entre ambos”.

De hecho, una de las áreas en las que los robots humanoides ya se han empleado con éxito es en el apoyo al aprendizaje, especialmente de niños con diferentes discapacidades, y en la asistencia a la rehabilitación. A medida que los humanoides habrán mejorado en su desempeño, será normal colaborar con ellos en la visita a un museo, en la elección de un nuevo vehículo, en la asistencia docente o en las tareas domésticas.

El científico japonés Hiroshi Ishiguro, uno de los principales expertos mundiales de robótica, dijo en una entrevista hace unos años: »Nunca quise simplemente construir una máquina capaz de realizar nuestro trabajo, sino algo que se nos pareciera a tal punto como para ponerse en contacto con nosotros de forma empática. Los androides son espejos de nosotros mismos. Son la clave para ayudarnos a comprender mejor nuestra naturaleza».

El problema del miedo a la IA, aclaró Ishiguro, radica en la mentalidad de Occidente, basada en la religiosidad cristiana que marca una clara distinción entre los humanos y todo el resto de la Naturaleza. La cultura japonesa, que conserva su matriz animista, considera la ‘vida’ robótica como una de las muchas formas de vida en el planeta. Añádase a esto un rápido envejecimiento de la población, una baja tasa de natalidad y muy poca inclinación a apostar por la inmigración para cumplir con las tareas de asistencia.

Según Toichoa Eyam, “uno de los principales aspectos que afecta la percepción de los humanoides entre Occidente y países orientales como Japón es la literatura. Las personas somos un reflejo de lo que consumimos, por lo que si consumimos miedo lo más probable es que nuestra reacción sea miedo. Si consumimos confianza, generamos confianza. Eso hace que algunos al pensar en un humanoide pensemos en Terminator y otros en Astro Boy”.

Por su parte, Fiona McEvoy, fundadora de YouTheData.com, durante el Think tank Future Trends Forum de Inteligencia Artificial organizado por la Fundación Innovación Bankinter quiso evaluar la gama de desafíos y preocupaciones éticas y sociales a la que nos enfrentamos. McEvoy asegura que la IA puede influir en nuestros comportamientos, especialmente si estos sistemas se diseñan con características humanas, con apariencia, voz o comportamiento similar al de una persona.

En su opinión, esto responde a una fascinación en la comunidad tecnológica por tratar de replicar a los humanos, en una especie de desafío a la Naturaleza. “Entiendo que hasta cierto punto sea necesario, pero tal vez deberíamos reconsiderar en qué medida”, argumenta. “Creo -añade- que las personas deberían sentir que realmente esa app, asistente, robot o programa con el que están tratando no es más que un dispositivo, es una cuestión de transparencia”.

Dor Skuler, CEO & Cofundador en Intuition Robotics, dice estar de acuerdo con la idea de transparencia y honestidad de una tecnología que no pretende parecer humana. “Esta es la razón por la que diseñamos el robot ElliQ, para que sea un ‘objetoide’ en lugar de un ‘humanoide’. ElliQ no tiene forma humana, ni ojos ni manos, y su voz es claramente

mecánica”, asegura. Sin embargo, el experto no cree que se tengan que forzar ciertas reglas de diseño, sino que este debe basarse en las necesidades y objetivos del producto específico que se está desarrollando.

No se puede descartar la posibilidad de que algunas IA de un futuro no muy lejano muestren un comportamiento verdaderamente indistinguible del de un ser humano. Si también lograran parecer humanas en sus expresiones faciales y gestuales, ¿cómo se deberían considerar?

Cada vez, las IA se acercan más al punto de ser ‘sintientes’, es decir, de ser capaces de sentir, registrar y expresar emociones, pero aún estamos lejos de que un robot pueda pasar fácilmente por un humano en todos sus aspectos. Por otro lado, es cierto que conviene realizar estudios éticos y psicosociales respecto a la creación de herramientas que nos permitan distinguir humanos de humanoides, para evitar posibles confusiones y/o problemas en el futuro”, advierte Aitor Toichoa Eyam.

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Expertos mencionados en esta entrada

Fiona J McEvoy
Fiona J McEvoy

Fundadora en YouTheData.com

Dor Skuler
Dor Skuler

Cofundador en Intuition Robotics

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