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Día Europeo de la Música: ¿puede la música favorecer el desarrollo cognitivo?

La música es un tipo de ruido melódico con ritmo y armonía, ingredientes que el cerebro usa para construir modelos de aprendizaje
Levantar pesas en el gimnasio es un tipo de ejercicio físico que ayuda a expandir nuestras capacidades físicas. Escuchar diferentes canciones —y, mejor aún, tocarlas— es un tipo de ejercicio mental que ayuda a expandir nuestras capacidades mentales. En el Día Europeo de la Música analizamos la relación entre la música, la neurociencia y el aprendizaje basado en la repetición con ligeros cambios.
A entender la música también se aprende
Como en cualquier otra actividad artística —pintar, esculpir, tallar— la música tiene su propia curva de aprendizaje. Nadie nace sabiendo realizar estas tareas, pero todos aprendemos los conceptos básicos a medida que crecemos y experimentamos.
Ardon Shorr, en su TEDx “Desbloqueando la música con la neurociencia” muestra el enorme reto que supone escuchar (y entender) música con la que uno no está familiarizado. Pero también su potencial, especialmente mediante el concepto forma binaria, una composición musical basada en la repetición.
La forma binaria permite a quien escucha una pieza habituarse a cierta cadencia, que luego se repite con ligeras variaciones. Como con las pesas, puede ir aumentando la dificultad de forma llevadera. Y esto se extiende también a grupos de estilos musicales.
En su magnífica interpretación “Pachelbel Rant”, Rob P. Rocks demostró que los mismos acordes se repiten en estilos distintos. Esto da por un lado cierto confort al oyente, pero también la posibilidad de expandir ese área de confort a otros estilos. Es lo que permite a alguien que escucha Aerosmith entender el pop, y viceversa. Y, a veces, desbloquear nuevas habilidades más allá de la música.
¿Qué es un ritmo binaural?
Cuando dos ondas con frecuencia diferente se escuchan a la vez con ambos oídos, se escucha un “pulso” porque las ondas colisionan entre sí. Pero cuando esas mismas dos ondas se escuchan cada una por un oído (con auriculares), no se suman en el espacio. En su lugar, ocurre algo increíble: un “sonido” emerge en el centro del cerebro. O al menos esa es la sensación que da.
Lo que realmente ocurre es que se obliga a las dos partes del cerebro a intercambiar información mediante el núcleo olivar (junto al encéfalo), y a crear nuevas conexiones entre ambos lóbulos. Es el sonido binaural. Además de crear estas conexiones, el cerebro entra en un estado mental específico —delta, theta, alpha, beta o gamma—.
Actualmente la evidencia científica respecto a estos ritmos no es concluyente, pero podrían estar relacionados con un aumento de la creatividad y mejora cognitiva. Sí se ha demostrado que aprender a tocar un instrumento produce estos efectos beneficiosos, como aprendimos con David Bueno en su charla FIBK “Neurociencia y Educación”. Y lo mismo ocurre con el ejercicio físico o la plástica.
Música para ejercitar el cerebro
En el Día Europeo de la Música parece pertinente hablar precisamente sobre los beneficios que tiene para el cerebro aprender a tocar un instrumento. De hecho, la música es de las pocas actividades que activan todo este órgano de manera simultánea y además favorece el establecimiento de conexiones entre los dos hemisferios cerebrales.
Existe mucha y muy variada evidencia científica sobre las ventajas de aprender música. Y no solo se refiere a tocar instrumentos, sino también a cantar. En este sentido, un equipo de expertos en neurociencia y psicología clínica de la Universidad de Helsinki acaba de demostrar que personas con afasia son capaces de hacer salir las palabras si, en lugar de decir una frase, la cantan.
El mismo equipo sugiere que unirse a un coro es una de las actividades más beneficiosas que puede elegir una persona mayor para mantener en forma su cerebro. Entre otras razones, porque cantar activa los sistemas del cerebro que se encargan de regular el comportamiento. También emplea recursos asociados al control verbal y las funciones ejecutivas.
Asimismo hay estudios que aseguran que esas clases de piano a las que te apuntaron tus padres cuando eras pequeño no solo han añadido plasticidad a tu cerebro infantil y mejorado sus capacidades cognitivas, sino que pueden ayudarte a esquivar enfermedades cognitivas como el Azlheimer cuando seas mayor. Incluso si desde entonces no has vuelto a acercarte a un teclado. Aunque siempre será mejor que lo hagas: tocar un instrumento a largo plazo tiene todavía más beneficios.