Biotecnologia
Qué son los xenobots y cómo compartiremos nuestro cuerpo con ellos
Desde el transporte a través de las arterias a la limpieza de tejidos, los xenobots están llamados a ser uno de los avances más importantes en el mundo de la innovación en salud.
De haber sucedido unos meses atrás, el hallazgo habría eclipsado cualquier otra noticia relacionada con la biología. Pero el estudio se publicó en enero de 2020, cuando cualquier referencia a la ciencia pasaba necesariamente por el virus que no tardaría en convertirse en una pandemia mundial. Aun así, la comunidad científica no disimuló su entusiasmo ante el avance: por primera vez, un grupo de científicos había creado organismos vivos programables. ¿Robots vivos? No del todo.
El nombre escogido para estos organismos de laboratorio fue xenobots, neologismo formado por xeno, en recuerdo de la especie de rana africana de la que proceden las células que dan lugar a estos seres (la Xenopus laevis); y por el sufijo bot, que, si bien no encaja del todo para referirse a un organismo vivo, sí que nos señala que hablamos de una creación de laboratorio que puede programarse para que haga una tarea concreta.
Esta innovación en salud a medio camino entre lo biológico y lo tecnológico también guarda relación con los propios padres de la criatura, una colaboración entre la Universidad de Vermont, encargada del modelo computacional que dio lugar al proyecto, y la Universidad de Tufts, cuyos investigadores cogieron ese modelo y le dieron vida en el laboratorio. Literalmente.
Origen y fundamento de los xenobots
El origen de los xenobots se encuentra en la rana africana que ya conocemos, más concretamente en sus embriones. De ellos se extraen células madre, que son lo que la biología molecular entiende como un “comodín”: las células madre permiten generar a su vez otras células, estas sí, especializadas y cuyo comportamiento puede programarse genéticamente.
Pese a su triste aspecto de cubo irregular de 1 milímetro de lado, los xenobots que fueron presentados tras las Navidades de 2020 ya eran alentadores. Por sí solos podían moverse hacia una dirección concreta, transportar minúsculas cargas, curarse a sí mismos y, además de todo eso, desaparecer sin dejar rastro una vez muertos. Ni siquiera su corta vida de alrededor de una semana restaba un ápice a la importancia de este avance. Pues un año después, en marzo, el mismo equipo Vermont-Tufts llegó con novedades.
El xenobot de 2021 no solo conserva todo lo que tenía la versión anterior, sino que añade dos propiedades muy prometedoras: cambia de color cuando se le estimula de cierta forma, lo que indica que tiene una mínima memoria, y es capaz de organizarse en enjambres, ampliando así sus aplicaciones.
Para qué podríamos usar los xenobots en salud
Los xenobots todavía están en una fase muy temprana de desarrollo: no siempre van hacia donde sus padres-científicos les han ordenado, se combinan sin saber muy bien por qué (lo que resulta inquietante tratándose de presuntos robots) y siguen quedándose bloqueados si pierden la horizontalidad.
La línea principal de investigación es la de usarlos para transportar fármacos por el interior de seres vivos, personas incluidas. Gracias a su reducido tamaño de 1 mm3, los xenobots no resultan invasivos en organismos de escala parecida a la humana. Su capacidad de autocuración garantiza que no se destruirán por el camino y su no menos importante origen biológico asegura que, cuando terminen su labor, morirán y se biodegradarán.
Además del transporte sin residuos a través de nuestro organismo, los xenobots también podrían llegar a realizar funciones de limpieza en arterias y tejidos, actuando como redes de arrastre para atrapar inmundicias microscópicas. Misma función que llevarían a cabo en el agua para depurar microplásticos y otras sustancias exógenas.
Pero de momento toda esta innovación en salud no es más que planes a largo plazo. Los científicos prefieren concentrarse en solucionar las incertidumbres, como su tendencia a organizarse como enjambres, y a explorar su capacidad de autocuración y la memoria. La investigación sigue su curso. Veremos qué noticias nos llegan el próximo año desde las universidades de Vermont y Tufts.