Ciencia
La combinación (ganadora) de neurociencia, IA y hardware

La convergencia de diversas tecnologías está suponiendo un enorme avance para la salud y el bienestar de las personas, a la vez que implica importantes desafíos éticos.
La neurociencia y la tecnología llevan mucho tiempo entrelazadas: cada una informa y hace avanzar a la otra con el objetivo de desbloquear los misterios del cerebro y comprender cómo influye en nuestros pensamientos, comportamiento y salud. En particular, la integración de inteligencia artificial y biotecnología favorece el desarrollo de herramientas capaces de prevenir enfermedades, mejorar condiciones cognitivas y físicas y, en definitiva, aumentar las capacidades humanas.
El episodio 2 de Innoverse News, el podcast sobre innovación de la Fundación Innovación Bankinter, reúne algunos de los temas tocados en ocasión del reciente Think tank Future Trends Forum (FTF) ‘Nuestro yo futuro: curación, reparación y mejora de las capacidades humanas’. Entonces, Antonio Damasio, uno de los neurocientíficos más prestigiosos del mundo, planteó los grandes retos de la neurociencia y la neurotecnología, cuyo objetivo debe ser mejorar la salud y el bienestar de la humanidad.
Es un largo camino que comenzó con la invención del microscopio hasta llegar al desarrollo de sofisticadas interfaces cerebro-ordenador. Hoy las aplicaciones de la neurotecnología son múltiples, desde la modulación del dolor hasta la rehabilitación tanto física como del comportamiento. Se han desarrollado técnicas como la estimulación magnética transcraneal (EMT) y la estimulación cerebral profunda (DBS) para modular la actividad cerebral y tratar trastornos neurológicos, con resultados prometedores para aliviar los síntomas de afecciones complejas como la depresión.
Además, la neurotecnología puede ser la clave también para tratar enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson, a la vez que los exoesqueletos y dispositivos mecánicos portátiles están ayudando a los pacientes en la rehabilitación o compensación de discapacidades motoras. Entre los participantes en el Future Trends Forum, Antonio Damasio, uno de los neurocientíficos más prestigiosos del mundo, expuso el primer caso en el mundo de una persona parapléjica que puede caminar con la ayuda de un implante controlado por el pensamiento. Por su parte, Guglielmo Foffani, Investigador y Coordinador Científico en HM CINAC, Jefe de Grupo en el Hospital Nacional de Parapléjicos y Cofundador de Neurek, ilustró la estimulación estática de campo magnético para tratar la enfermedad de Parkinson.
Entre todos estos asombrosos avances, se merece una mención la labor de tres startups españolas líderes en el avance de la neurotecnología. Se trata de Neuroelectrics, que elabora soluciones no invasivas de estimulación cerebral y monitorización, utilizando tecnologías como tDCS y EEG para tratar afecciones neurológicas como el Alzheimer. Bitbrain, en cambio, produce interfaces cerebro-ordenador, incluyendo dispositivos portátiles y software avanzado para el análisis de señales cerebrales en tiempo real. Finalmente, INBRAIN Neuroelectronics se centra en el diseño de microdispositivos inteligentes implantables en el cerebro basados en grafeno, que servirán en el tratamiento terapéutico de enfermedades neurológicas como la epilepsia o el Párkinson.
La combinación de neurociencia, IA y hardware está a la base también de la actividad de Neuralink, la empresa fundada por Elon Musk en 2016, con el objetivo de crear una relación simbiótica entre los humanos y la inteligencia artificial, permitiendo una comunicación e integración perfecta del cerebro humano con dispositivos externos. Sin embargo, si el potencial de estas tecnologías para mejorar las capacidades humanas es evidente, el llamado transhumanismo, mediante el cual la ciencia se convertiría en una herramienta para llevar a la humanidad hacia nuevos horizontes que superen los límites biológicos de la especie, abre también numerosas dudas.
Los desafíos de la neuroética
De hecho, desde hace unos treinta años, la intensidad del desarrollo de la neurociencia ha determinado el inicio de una reflexión ética seria y orgánica, dando lugar a la disciplina de la neuroética, encargada de abordar cuestiones que van desde la democratización del acceso a estas tecnologías hasta las implicaciones de permitir que las personas modifiquen sus propias capacidades.
Anders Sandberg, un investigador sueco que trabaja en el Instituto del Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford, en el marco del FTF manifestó su preocupación por los riesgos potenciales supuestos por la inteligencia artificial avanzada. En su opinión es esencial defender el derecho a la decisión humana. Es decir, la idea de que los individuos deberían tener el derecho de que las decisiones importantes que los afectan sean tomadas por humanos, y no por algoritmos o sistemas de IA.
Los humanos tienen una comprensión intuitiva de factores como la empatía, el juicio moral y el contexto social que las máquinas no pueden replicar. Además, existen importantes cuestiones de responsabilidad, rendición de cuentas y dignidad humana que abordar. Precisamente esta es la ambición del AI Act, la normativa con la cual la UE busca regular la inteligencia artificial para garantizar mejores condiciones de desarrollo y uso de esta tecnología innovadora.
Según Isabelle Hupont, responsable científica de la Comisión Europea y experta del procesamiento facial mediante sistemas de inteligencia artificial, el proyecto de ley europeo clasifica las aplicaciones de la inteligencia artificial en cuatro niveles de riesgo. Además, prohíbe el uso de sistemas de identificación biométrica en tiempo real en espacios públicos, excepto en casos excepcionales como la búsqueda de víctimas de delitos o la prevención de ataques terroristas.
Hupont trabaja en un sistema para la regulación de una IA basado en 7 requisitos que abarcan aspectos como la supervisión humana, la seguridad, la privacidad, la transparencia, la equidad, el bienestar social y la responsabilidad. La convergencia de la tecnología y la biología presenta un emocionante potencial para transformar nuestras vidas, pero no debemos perder de vista lo que nos hace humanos, impulsando un mundo más saludable y ético para las generaciones venideras.