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Reinventar la agricultura desde el espacio

Reinventar la agricultura desde el espacio

Satélites de nueva generación, drones, IA y análisis cuántico están dando lugar a una “agricultura espacial” más precisa y sostenible.

El aumento de la población mundial y los estragos causados por el cambio climático están llevando al límite la agricultura tradicional. Para hacer frente a este desafío, se están implementando soluciones impulsadas por la innovación tecnológica. Una de ellas responde al concepto de agricultura espacial, también conocida como astrobotánica o space-farming. Este enfoque aprovecha tecnologías desarrolladas para la exploración espacial —satélites, drones, inteligencia artificial y análisis cuántico— para transformar la producción agrícola terrestre y, en paralelo, preparar futuras misiones más allá del planeta.

Los primeros experimentos en este ámbito se remontan a 1946, cuando se lanzaron semillas al espacio, seguidas por moscas de la fruta un año después. Desde entonces, se han realizado numerosos estudios para evaluar el comportamiento de las plantas bajo condiciones de microgravedad, presiones distintas y espectros lumínicos artificiales. Actualmente, el experimento LEAF (Lunar Effects in Agricultural Flora) estudia cómo influye el entorno lunar en el desarrollo de las plantas.

Más allá de los cultivos entre las estrellas, la convergencia entre tecnología espacial y agricultura terrestre ya ofrece beneficios concretos en la Tierra, a través de sistemas satelitales de nueva generación capaces de medir la humedad del suelo, predecir sequías y monitorizar plagas con una precisión inédita. En este terreno destaca la empresa vasca Satlantis, que desarrolla cámaras de observación para pequeños satélites y ha proporcionado datos clave para la gestión hídrica y de cultivos desde la órbita baja.

Junto a los satélites, entran en juego los HAPS (pseudosatélites de gran altitud), capaces de ofrecer imágenes detalladas y prolongadas en el tiempo. Estos sistemas, complementados por algoritmos de inteligencia artificial, están revolucionando la agricultura de precisión, facilitando una respuesta más ágil a eventos extremos como sequías o incendios.

Un ejemplo concreto se ha visto en la Comunidad Valenciana, donde los datos de observación espacial se cruzan con sensores terrestres y modelos predictivos para anticipar la evolución de los cultivos de cítricos y reducir el consumo de agua. Este tipo de integración se apoya en IA verticales —modelos entrenados específicamente en agricultura— y en análisis cuántico, que permiten simular escenarios complejos con una rapidez y exactitud sin precedentes. Varias cooperativas agrarias, como Anecoop ya colaboran con startups tecnológicas para traducir estos datos en herramientas intuitivas de apoyo a la decisión.

El vínculo con el espacio se manifiesta también en la técnica de la aeroponía, desarrollada por la NASA en los años sesenta para alimentar astronautas en misiones prolongadas. Hoy se aplica en sistemas agrícolas terrestres de bajo consumo hídrico. Esta técnica, que consiste en rociar directamente las raíces con una niebla rica en nutrientes, permite ahorrar hasta el 95 % de agua y reducir en un 99 % el uso de suelo cultivable.

Tecnologías originadas en la exploración espacial, como los sensores hiperespectrales y los sistemas de visión computacional, se utilizan ya en invernaderos solares de Almería, donde ayudan a optimizar luz, humedad y nutrientes en tiempo real. Por su parte, la valenciana Voltrac ha producido un tractor eléctrico autónomo que combina una avanzada sensorística con total autonomía operativa para recopilar datos agronómicos en tiempo real e intervenir en los cultivos con precisión quirúrgica. Se trata de tecnologías derivadas de aplicaciones espaciales, como la gestión autónoma y la resistencia en entornos extremos.

Sin embargo, para que esta revolución llegue al agricultor medio, es clave garantizar la democratización de la información y la capacitación digital. De hecho, como señala el informe Megatrends 2025 de la Fundación Innovación Bankinter, la utilidad real de la agricultura espacial reside especialmente en su aplicación práctica en la toma de decisiones agrícolas. La clave está en convertir la observación orbital en acción local.

La investigación espacial puede redefinir no solo cómo cultivamos, sino también cómo imaginamos el futuro del campo. Ya no se trata solo de producir más, sino de hacerlo con menos: menos agua, menos químicos, menos impacto ambiental. La agricultura espacial propone un nuevo paradigma, más resiliente y conectado, donde lo que aprendemos más allá de la atmósfera puede ayudar a alimentar un planeta en crisis.

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