Aplicaciones de neurociencia

Neuroeducación: aprender de las emociones (para aprender más y mejor)

Neuroeducación: aprender de las emociones (para aprender más y mejor)

¿Cómo afectan las emisiones a la educación? ¿Aprendemos más o mejor cuando sentimos alegría? ¿Aprendemos menos si nos encontramos tristes o tenemos miedo? En este artículo veremos algunos ejemplos de innovación pedagógica, que gracias a la neuroeducación nos ayuda a explicar cómo los alumnos —de todas las edades, pensemos también en adultos formándose en sus respectivos campos— aprenden, se relacionan con el temario o prestan atención.

David Bueno i Torrens, director de la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1ST de la Universidad de Barcelona, comentaba en un capítulo de Innoverse que “las alternativas de los jóvenes para progresar intelectualmente y aprender son las estrategias basadas en la alegría. La alegría entendida como transmisora de confianza”. Como veremos, esta transmisión será imprescindible.

El papel de las emociones en el aprendizaje

Lo cierto es que sabemos desde hace bastante tiempo que las emociones juegan un papel esencial en los procesos cognitivos de los seres humanos, y son capaces de modular aspectos como la comprensión de conceptos, la participación en clase, la capacidad de razonar, la retención, la memoria, etc. E incluso pueden estimular la actividad de las redes neuronales, reforzando las conexiones sinápticas.

Una reciente investigación titulada Relación entre la emoción y los procesos de enseñanza aprendizaje (2020), publicada en forma de metaestudio, analizaba 72 artículos científicos y demostraba cómo las emociones y el aprendizaje estaban fuertemente ligados y se influyen mutuamente. Algunos de los resultados aceptados son:

  • Las emociones positivas influyen en la atención, la motivación, el uso de estrategias de aprendizaje y la autorregulación del aprendizaje. Aunque no siempre, porque si son «demasiado» positivas el alumnado puede caer en la inactividad.
  • El aprendizaje multimedia se ve muy poco influido por las emociones y puede distraer más que ayudar.
  • Estados como la ansiedad, o situaciones como sentirse intimidado, no suelen tener buen resultado a la hora de aprender, y menos aún para obtener buenas puntuaciones en ejercicios, trabajos o exámenes.

 

Las emociones del profesorado, claves en el aprendizaje de sus estudiantes

Con frecuencia, las emociones se estudian como algo intrínseco al estudiante, dando al aula un aspecto aséptico que nada tiene que ver con la realidad. Al igual que hay centros mejor dotados de material que otros, o que el aprendizaje se ve influenciado por la formación de los padres, la emoción del profesorado es un aspecto fundamental del aula e influye positiva y negativamente en el aprendizaje de los alumnos.

La mayoría de los lectores podrán recordar al menos un par de ejemplos de profesores y profesoras desmotivadores y motivadores. Aquellos profesionales de la educación que lograron convertir sus aulas en entornos seguros (que reducen la ansiedad), participativos (aumenta la confianza), animados (puede que incluso alegres) dan lugar a alumnos más interesados por la materia y con mejores tasas de retención de la información. Y, para desgracia de los alumnos que lo han sufrido, lo opuesto también es cierto: entornos agresivos, de enfrentamiento o desalentadores suponen un freno al aprendizaje.

La neuroeducación dentro de las aulas: una (muy muy resumida) guía de actuación

Neuroeducación: aprender de las emociones

¿Cómo pueden hacer los profesores para hackear los cerebros de su alumnado y ayudarles a desbloquear su talento? Aunque no existe una guía de aplicación universal, lo cierto es que sí existen algunas directrices que ayudan mucho a mejorar las emociones dentro del aula, de forma que se tengan en consideración múltiples factores que afectan a la educación:

  1. Considerar la relación entre emociones y aprendizaje. Obviamente, lo primero es ser consciente de cómo emociones como la alegría o el miedo influyen en el aprendizaje.
  2. Reducir la ansiedad o temores de los alumnos. Las emociones negativas penalizan más que ayudan las positivas, por lo que entre los primeros pasos ayuda minimizarlos en el alumnado. Mostrarse comprensivo, explicar la relevancia relativa de estudiar o adaptarse a las capacidades de los alumnos es una ventaja.
  3. Hacer amenas, divertidas, seguras y participativas las clases. Esto la neuroeducación lo tiene bastante dominado, en el sentido de entender cómo este tipo de aulas tienen más éxito (entendido como estudiantes que comprenden la lección o la retienen) que aulas que no los aplican.
  4. Apoyar a los estudiantes. Y hacer que estos se sientan apoyados. La figura de un profesor autoritario e inaccesible no suele ayudar nada a lograr emociones positivas en el aula o fuera de esta.
  5. Estar abiertos a cierta retroalimentación, para entender qué funciona para el aula. Habrá aulas en las que los alumnos esperen cierta cadencia en los contenidos, con estructuras reguladas en el tiempo; mientras que otras agradecerán una línea educativa más flexible.

La neuroeducación está transformando la innovación pedagógica gracias a múltiples estudios con los que cada vez sabemos con menos incertidumbre cómo aprendemos los humanos. El problema, claro, es que no existe un único modo de aprendizaje ni un único tipo de persona. Es más, la misma persona aprende de forma diferente a medida que pasan las horas de un día o los meses en un año.

La complejidad del aprendizaje humano se resiste a un análisis universal, aunque cada vez contamos con más herramientas a nuestra disposición para aprender más y mejor a formar el talento del mañana.

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Expertos mencionados en esta entrada

David Bueno
David Bueno

Doctor en Biología, Profesor e investigador en Universidad de Barcelona

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