Ciencia
Asegurar los neuroderechos para avanzar en neurotecnología

La ciencia avanza a pasos gigantes y plantea nuevas incógnitas sobre la privacidad de las personas, incluso sobre su propia identidad
Las neurotecnologías se pueden definir como “el conjunto de métodos y herramientas que permiten una conexión directa de componentes técnicos con el sistema nervioso”. Así lo consideraban los expertos Oliver Müller y Stefan Rotter. La realidad es que están transformando rápidamente nuestra sociedad, abriendo nuevas perspectivas en los campos de la medicina, la comunicación y el aumento cognitivo.
Estas herramientas, capaces de interactuar directamente con el cerebro humano, ya han demostrado su potencial revolucionario en el tratamiento de enfermedades neurológicas y en la mejora de las capacidades cognitivas. Sin embargo, el progreso técnico no está exento de riesgos: plantea desafíos éticos, legales y sociales que giran en torno a la privacidad, la autonomía y la identidad de las personas.
En este contexto surge la necesidad de introducir los llamados neuroderechos. Una nueva categoría de derechos, cuyo principal objetivoes garantizar que el avance de las neurotecnologías no comprometa la dignidad y la libertad individual, y que se preserve la privacidad mental, una dimensión del ser humano hasta ahora no contemplada en las leyes tradicionales.
La revolución neurotecnológica: avances y promesas
El estudio y conocimiento del cerebro es sin duda el gran desafío de nuestros tiempos, impulsado también por proyectos como el Human Brain Project (Proyecto cerebro humano), creado para unir la informática y las neurociencias, cuyo objetivo era realizar, para 2023, una simulación del funcionamiento completo del cerebro humano. El objetivo se alcanzó solo parcialmente, pero aún así el proyecto financiado por la Unión Europea ha proporcionado una contribución fundamental a la comprensión del sistema nervioso.
Las neurotecnologías han dado un salto cualitativo con dispositivos como las interfaces cerebro-computadora (BCI) capaces de traducir señales cerebrales en comandos digitales, permitiendo a pacientes con discapacidades severas, como la enfermedad de Parkinson o la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), recuperar funciones esenciales, como comunicarse o controlar prótesis robóticas.
La interacción entre la inteligencia artificial y las neurociencias ha generado oportunidades sin precedentes y técnicas más avanzadas, como la optogenética, incluso permiten activar o desactivar neuronas específicas utilizando impulsos de luz, con aplicaciones prometedoras para el tratamiento de enfermedades complejas. Pero la investigación no está limitada al ámbito académico y la innovación se ha desviado del ámbito médico-sanitario, con un mercado global valorado en aproximadamente 33 mil millones de dólares en 2023.
Ejemplos recientes incluyen los implantes de Neuralink, la “startup” de Elon Musk, que ya ha logrado conectar chips cerebrales a dos pacientes con lesiones medulares. Estos avances no solo prometen aplicaciones médicas revolucionarias, sino que también abren la puerta a formas de interacción completamente nuevas. Por ejemplo, la posibilidad de “comunicación telepática” entre humanos con implantes similares, lo que, según Musk, podría significar un cambio radical en cómo entendemos la comunicación y la cognición humana.
La implantación de chips neuronales (Telepathy) en el cerebro humano, aunque sigue estando orientada a demostrar beneficios para las patologías neurológicas, tiene como objetivo principal mejorar la eficiencia en la interacción entre el ser humano y el ordenador. También empresas como Meta y otras tecnológicas exploran usos no terapéuticos de las neurotecnologías, como el control de dispositivos mediante la mente.
Es evidente que, aunque estas aplicaciones pueden mejorar la eficiencia humana, también presentan riesgos significativos de abuso, sobre todo en contextos donde los datos cerebrales puedan ser recopilados, almacenados o manipulados sin consentimiento informado.
El impacto ético y los riesgos de las neurotecnologías
El acceso directo al cerebro humano implica riesgos que trascienden el concepto tradicional de privacidad. Según el informe de la UNESCO sobre neurotecnología de 2023, estas herramientas presentan «profundas implicaciones para la identidad humana, la autonomía, la privacidad y el bienestar, es decir, para la esencia misma de lo que significa ser humano».
Por ejemplo, tecnologías como la estimulación cerebral profunda (DBS) o el neuroimaging funcional (fMRI) ya son capaces de registrar y, potencialmente, manipular patrones de pensamiento. Esto plantea preguntas críticas sobre el libre albedrío y la dignidad humana y, sin un marco regulador sólido, la neurotecnología podría ser explotada para fines comerciales, políticos o militares, comprometiendo la integridad mental y la continuidad psicológica de los individuos, y su rediseño podría permitir aplicaciones más intrusivas, como la manipulación de pensamientos o emociones.
Neuroderechos: una nueva frontera legal
Los neuroderechos buscan abordar precisamente estas preocupaciones mediante la protección de cuatro pilares fundamentales: la privacidad mental, la libertad cognitiva, la integridad mental y la identidad personal, según la definición introducida por los científicos Marcello Ienca y Roberto Andorno y, luego, adoptada oficialmente por la Neurorights Foundation.
“Los neuroderechos pueden definirse como los principios éticos, legales, sociales o naturales de libertad o derecho relacionados con el dominio cerebral y mental de una persona; es decir, las normas fundamentales para la protección y preservación del cerebro y la mente humanos”, como explica Ienca en Frontiers in Humane Neuroscience.
Países como Chile ya han liderado el camino al incorporar los neuroderechos en su Constitución, a fin de proteger explícitamente la actividad cerebral y los datos neurales de la explotación comercial y la manipulación. En Europa, la Declaración de León sobre Neurotecnología aprobada en 2023 refuerza un enfoque centrado en los derechos humanos, mientras que la UNESCO trabaja en una recomendación global sobre la ética de estas tecnologías.
No obstante, el desafío principal radica en equilibrar la regulación con la innovación: por un lado, la legislación debe ser suficientemente robusta para prevenir abusos, pero también debe permitir que la investigación y el desarrollo continúen avanzando. Como señala la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), “la innovación responsable en neurotecnología requiere estándares claros que garanticen la centralidad del ser humano”.
Hacia un futuro con neurotecnología ética
Hay acuerdo generalizado sobre el hecho de que la neurotecnología tiene el potencial de transformar la sociedad para bien, desde el tratamiento de enfermedades devastadoras, hasta la ampliación de nuestras capacidades mentales. Pero también nos enfrenta a un horizonte donde la mente humana podría convertirse en un recurso explotable. Esto obliga a actuar de manera proactiva para establecer marcos éticos, legales y sociales que garanticen la dignidad y la autonomía de todos.
El camino hacia la regulación de los neuroderechos está en marcha, pero requiere un esfuerzo coordinado a nivel global. Desde la definición de estándares técnicos hasta la protección constitucional, los avances en nuerociencia y neurotecnología deben ser guiados por principios éticos que prioricen el bienestar humano. Al igual que los derechos digitales surgieron en respuesta al auge de internet, los neuroderechos representan una respuesta necesaria al impacto de estas tecnologías en nuestra mente y nuestra identidad.
Los neuroderechos, dada su naturaleza íntima y personal, podrían requerir un marco legal específico que vaya más allá de las interpretaciones tradicionales de los derechos fundamentales. En términos generales, la regulación de estos derechos deberá ser razonable y bien adaptada para responder de manera efectiva a las rápidas innovaciones en el campo de la IA y las neurociencias, garantizando al mismo tiempo la protección de la dignidad humana y la integridad de la persona frente a posibles abusos tecnológicos.
El futuro de la neurotecnología dependerá no solo de los logros científicos, sino de nuestra capacidad para gestionarlos de manera responsable, como gobiernos, empresas e individuos. La clave está en establecer reglas antes de que estas tecnologías se generalicen a larga escala, evitando tener que actuar a posteriori para poner parches a los daños procurados. Esto no solo protegerá nuestras libertades, sino que permitirá que la neurotecnología cumpla con su promesa de mejorar la vida humana sin comprometer su esencia.